Dí 4: Instinto

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Naruto siempre se sintió vulnerable ante Sasuke, y por más que intentaba alejarse de él, las circunstancias lo orillaban a regresar hacia sus brazos. Era una constante pelea que no tenía fin. Las grandes manos del Alfa reconocían a la perfección el cuerpo que yacía sobre el lecho porque el instinto animal que habitaba en su interior era tan fuerte que, por un momento, olvidaban que pertenecían a clanes enemigos. Aunque el Omega se resistía a aceptar que ese hombre de mirada oscura era su destinado, no podía negar que lo amaba en demasía, y de la misma manera, también lo odiaba. Sin embargo, en la intimidad de su cama, el rubio imploraba por los besos apasionados y las suaves caricias que el moreno le otorgaba con placer.

Sasuke tocaba con tanta familiaridad la figura erótica del Omega, recorriendo su piel trigueña con caricias tan sutiles como la seda misma. Besó su cuello, rozando con sus tentadores labios la glándula de olor, el lugar que tanto deseaba marcar, pero su lado racional le impidió ceder a sus impulsos. No quería que el rubio se convirtiera en un objetivo de guerra para el Clan Uchiha, ya que no soportaría perderlo. Continuó disfrutando de los melodiosos gemidos, y repentinamente, Naruto sintió el golpe de la realidad, a pesar de que su mente seguía sumergida en aquel contacto lleno de pasión que el Alfa le entregaba.

—Lo que hacemos no está bien, Sasuke –dijo Naruto con un audible susurro, tocando con delicadeza el atractivo rostro del Alfa—. Yo debería acabar contigo para mantener la alianza que representa a mis padres, pero ni siquiera soy capaz de intentarlo.

—Jamás me opondré a cualquier decisión que tomes, Naruto —respondió el futuro líder del Clan Uchiha, depositando un pequeño beso en la mano del Omega—, porque, en lo que a mí respecta, estoy dispuesto a sacrificarme por ti.

Por esa razón, Naruto odiaba a Sasuke, porque sabía que él nunca lo lastimaría. Incluso no dudaría en atentar contra sí mismo para que la gente del Clan Namikaze-Uzumaki tuviera la victoria que tanto anhelaban. En una ocasión, durante uno de sus encuentros clandestinos en las profundidades del bosque dentro de los territorios del País del Fuego, el Alfa iba a cortar su propia cabeza con la espada que pertenecía a sus ancestros, y de esa manera, el Omega llevaría la prueba de que el prodigio de la familia Uchiha había muerto. El rubio lloró desconsolado por el miedo que sintió de tener ese escenario frente a sus ojos. Su instinto lo llevó a detener la acción del hombre entre golpes en el pecho y gritos de reclamo.

—Por más que queramos negar lo que sentimos, no podemos luchar contra el vínculo que nos une. Aún sin marcarte, sé cuánto sufres —susurró melancólico el Alfa, limpiando con la yema de sus dedos las lágrimas que caían por las mejillas de Naruto—. La guerra no va a terminar, y no soportaría verte casarte con otro hombre.

—Tú eres el único a quien amo, Sasuke —aseguró el Omega, viendo con desprecio el anillo de compromiso que tenía en su dedo anular—. ¿Por qué estamos condenados a estar separados?

Sasuke no sabía cómo responder. La familia de su Omega quería unir fuerzas con el País de la Arena a través de un matrimonio arreglado, buscando así el apoyo de su gente para derrocar al Clan Uchiha. Anhelaban la extinción de cada miembro, especialmente deseaban ver muerto al futuro líder, que era el Alfa destinado de Naruto. Por eso, nunca tolerarían que la sangre de su primogénito se mezclara con aquellos a quienes consideraban inferiores, sin importar que su propio hijo estuviera muriendo por estar con ese hombre.

Notas de la autora:

Este drabble sí va a tener continuación.

Gracias por leer.

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