En el vino está la verdad

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El viernes acompaña a sus padrinos a recoger sus trajes para después ir a comer juntos, más tarde pasa la noche colocando adornos de Navidad con Alejo. Pone música festiva y el castaño se queja, pero pasa demasiado tiempo acomodando las ramas del árbol en los ángulos correctos, por lo que Matías no cree que sea tan reacio a las festividades como él dice. Cuelgan alrededor del árbol las luces y luego las esferas. El menor toma una foto del mayor colocando la estrella en la parte superior.

Y él mismo se sube sobre una silla después, para colgar guirnaldas alrededor de la habitación, el más alto lo sostiene por la cintura todo el tiempo para asegurarse de que se no caiga, eso le provoca un cosquilleo extraño y al querer empujarlo casi resbala, el más alto logra estabilizar en medio de risas cada vez.

Facundo no vuelve a casa hasta tarde y cuando lo hace, se va directamente a la cama, apenas haciendo algún comentario acerca de las decoraciones. Alejo y Matías se sientan para mirar realitys mientras comen pastel de papa, después de un rato, el santafesino trae un mazo de cartas y trata de enseñar al marplatense cómo cartearse en el truco. Lo cual no logra y termina llamándolo inútil, y luego el ariano le tira encima todas las cartas en respuesta a la ofensa, y entonces con timidez, se arrastra por el suelo para recogerlas; siente su mirada en él y hay una posibilidad de que este inclinándose un poco más de lo necesario, exaltando la curva de su espalda baja como un arco.

Cuando mira hacia atrás por encima de su hombro, los ojos del virginiano se han oscurecido, y están fijos en él. Se beben otra botella de vino y miran la película "El Grinch" porque el más alto nunca la ha visto y el más bajo cree que eso es una tragedia. Son las tres de la mañana antes de que se quede dormido, es vagamente consciente de que Ale ha acomodado una manta alrededor de él, acariciando su pelo con los dedos, antes de apagar el televisor e ir a la cama.

Se despierta mucho más tarde, solo en medio de la oscuridad, sus dientes castañean por el frío y la superficie debajo de él es dura como una piedra e implacable contra sus huesos. Trata de sentarse, pero no puede conseguirlo, no puede conseguir despegar sus manos del suelo para empujar porque están atadas detrás de su espalda. El pánico lo inunda, pero la adrenalina le ayuda a rodar sobre su lado y levantarse sobre un codo. No puede ver mucho, pero puede ver el fuerte brillo de las barras de metal que lo rodean por todos los lados, incluso desde arriba.

Está dentro de una jaula, y no puede moverse. Un gemido se le escapa luego se congela cuando pasos resuenan en el silencio, se sienta allí inmóvil como si al hacerlo pudiera volverse invisible; los pasos se acercan antes de detenerse repentinamente. No sabe dónde se ha detenido esa persona, el frío se está filtrando en sus huesos y el terror va aumentando dentro de él como una marea. No puede detener el grito que se le escapa cuando algo lo golpea en la cabeza desde arriba, sisea al sentir dolor, ha cortado su piel y la sangre brota al instante. Se da cuenta que lo golpeó echa a rodar en el suelo antes de descansar en la esquina de esta jaula, entrecierra los ojos en la oscuridad con el ceño fruncido cuando se da cuenta de lo que lo es: una moneda perfectamente redondeada.

Apenas logra identificarla cuando otra golpea la parte superior de su cabeza tan pesada que parece hecha de plomo y grita de dolor, tratando evitarla. La segunda moneda rueda en la dirección opuesta, posteriormente cae otra golpeándolo de nuevo, a continuación otra y entonces empiezan a caer como lluvia sobre él además alrededor de él, rompiendo su piel hasta encontrarse con sus huesos. Reza para que pare la tormenta de cientos monedas hechas de oro y plata que caen a su alrededor, trata de ponerse en posición fetal protegiendo su cabeza y quiere gritar, pero no puede hablar. No puede gritar o pronunciar palabras ya que cada vez que trata de decir alto o por favor, algo sólido e invisible comprime su lengua ahogándose.

Un puntito repentino de luz llama su atención y se queda mirándolo fijamente como si fuera un salvavidas, es una luz que viene de la nada, a tan solo un metro de distancia de esta jaula. La luz está ahí para mostrarle una llave, supone que es para escapar de la jaula, es la llave más hermosa que ha visto en su vida. Se larga a llorar mientras intenta alcanzarla, tira de la cuerda que ata sus brazos pero no puede alcanzarla y la desea tanto, más que cualquier otra cosa es su existencia, no puede conseguirla, porque está atrapado en esta jaula, sus manos están atadas, y hay algo que le impide hablar, y alrededor de él las monedas caen como una estampida, llenando esta jaula, ahogándose en oro...

El Padrino // SoulizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora