IV

34 4 0
                                    

Los días pasaban tornándose todo más fácil para Mikasa. Incluso para sus amigos. Ambos cuidaban de ella para que los aldeanos no supieran que ingresaba al bosque, si no cumplían  Annie los castigaría y no querrían recibir otro golpe por parte de la rubia.

Los encuentros de Mikasa con el señor del inframundo eran más cercanos. Al principio peleaban por sus ideologías en sus pláticas diarias que solían tener en las noches. Mikasa podía comprender cosas que ni el mismo Levi entendía. Pero el azabache disfrutaba de estas discusiones porque recordaba lo mucho que estaba enamorado de ella. Aún así, el no quería enamorarla, no quería que ella lo ame, no quería ponerla en peligro. Se juró a sí mismo protegerla como una amistad. Pero sabía que esta promesa no se cumpliría.

No podía prometerse estar lejos de ella porque cada que intentaba decirle que debían estar separados, simplemente las palabras no salían de su boca. Tarde o temprano confesaría el amor que siente por su compañera, quizás esa noche o al día siguiente. Estaba totalmente convencido de que no se resistiría a decirle lo mucho que la ama.

—Levi ¿Alguna vez has estado enamorado?

Da la casualidad que Mikasa se atreve a hacer una pregunta tan obvia.

—¿Por qué lo preguntas?

—Solo quiero saber si el Dios del inframundo puede amar.

Se justifica, ella sentía cosas por Lucifer. Era extraño lo que su corazón sentía pero necesitaba conocerlo más, es decir, conocer la perspectiva de amor desde el punto de vista de Lucifer.

—Todos podemos amar —justifica para no mencionar que solo él puede amarla como nadie-.

—¿Incluso Dios?

—Si. Solo que él necesita que los humanos expresen su amor hacia él. Yo solo castigo a aquellos que no lo hacen —responde sarcásticamente–.

—Aún no contestas mi pregunta —insiste-.

—Si.

—¿Qué sucedió con ella?

¿A que venia esa pregunta? ¿Acaso Mikasa ya sabe acerca de su pasado? Trato de no verse sorprendido u asombrado ante la interrogante de la femenina. Debía contestar lo justo y necesario.

—Murió.

Tan solo pensar en todas las muertes le trae un profundo sentimiento de arrepentimiento consigo mismo.

— ¿Cómo era ella?

Vuelve a insistir. Mikasa se encontraba sentada sobre una roca que estaba situada a un lado del lago. Levi en cambio estaba parado, estático en su lugar.

—Perfecta.

No puede ocultar lo que piensa acerca de ella. Lo único que hace a continuación es mirar el cielo permitiendo que la gran luna llena ilumine sus ojos azules. No entendía como es que en el paraíso, el mayor de los mandos pudo perpetuar una horrible sentencia a un ángel.

—¿Cómo murió? —observó a su compañero quedando hipnotizada ante la masculina belleza que poseía-.

—No importa —bajó su mirada y caminó delante de ella —Mikasa es hora de que vuelvas con tus padres.

—Levi lo siento, no quise ofenderte.

—No importa, ahora regresa con tus padres.

Mierda, no sabia como manejar la situación. Decirle la verdad a Mikasa era riesgoso, un total peligro. Tampoco quería que ella sintiera culpabilidad por las constantes preguntas que hizo, pero era demasiado tarde.

Mikasa supo que abrió una herida que no debía abrir. Se sintió culpable y pensó que estaría molesto con ella. De hecho, tampoco se despidió, solo caminó rumbo a su hogar por el mismo camino de siempre.

NO ME AMES MIKASA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora