IX

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Esa misma tarde Mikasa se dirigió a la iglesia. Debía limpiar y ordenar la oficina del sacerdote como también su dormitorio. Realmente era estresante tener que hacerlo y en situaciones como tales comenzaba a desear que Erwin apareciera para ayudarla como anteriormente lo hizo.

Caminó por los pasillos cruzando las habitaciones de los discípulos pero se detuvo al notar que la puerta de la habitación de Jean estaba abierta. Lo conocía demasiado como para saber que algo extraño sucedía. Jean era una persona molesta pero reservada. No dejaba que nadie ingresé a su sitio personal. Tampoco al sacerdote pero la curiosidad se apoderó de Mikasa lo que obligó a que ingresara.

Aquella habitación estaba desordenada, abundaba un insoportable olor a cuerpo humano, como si nadie se hubiese bañado en días. Sin embargo, algo llamó su atención. Sobre la cama de Jean se encontraba un cuaderno con tapa de cuero y a su lado un lapiz.

Lentamente se acercó hacía aquel objeto tomándolo con ambas manos para indagar que contenía. Sabíaperfectamente que ni debía hacerlo porque no eran sus pertenencias pero las actitudes que Jean eran tan extrañas y raras que resultaban sospechosas.
Se aseguró que nadie estuviera caminando sobre los pasillos y al corroborar de que la zona estaba despejada decidió abrir la portada de cuero.

Las primeras cinco hojas estaban completamente en blanco pero la sexta se encontraba manchada de sangre. Quizás se había cortado la mano provocando que las gotas cayeran sobre el papel pero al avanzar las páginas todo se tornó muy turbio.

La séptima hoja era un retrato de ella, pero solo su rostro por lo tanto no le sorprendió en absoluto hasta que volteó a la siguiente página encontrándose con un retrato desnudo de su cuerpo. Jean la había retratado desnudo lo que significaba que últimamente ha estado vigilando sus movimientos o imaginar su figura para plasmar sobre el papel.

No obstante, un sentimiento de incertidumbre la invadió cuando notó que dicho retrato de desnudez también se encontraba manchado con sangre. Sobre todo en sus partes íntimas, cuello y senos.

Sus manos comenzaron a temblar pero no se dejó intimidar así que avanzó a la octava hoja. Era un retrato de su espalda; esta vez con una herida punzante en el hombro y dibujo de un cuchillo al lado, flotando en el aire como si no existiera la gravedad.

Evidentemente Jean no estaba bien de la cabeza y pudo comprobar su teoría cuando en la novena hoja su rostro  nuevamente apareció retratado con la escalofriante particularidad de que  no poseía un cabello normal. Al contrario, su cabello fue dibujado como si alguien lo arrancara y lastimara dañando el cuero cabelludo. Como broche final, una vez más la sangre aparecía pero esta vez manchando sus ojos oscuros.

No quiso avanzar más las páginas. Jean era un pervertido psicópata. Estaba obsesionado con ella y no entendía como una persona devota a Dios sea tan repugnante. Odiaba su doble moral.

En silencio, sin levantar sospechas cerró el cuaderno y salió de la habitación. No quería pasar ni un segundo más dentro de ese lugar. ¿Que demonios sucedía con esas personas? El pueblo la odiaba, los sacerdotes y discípulos también. ¿Acaso provocó un suceso lo suficientemente destructivo como para recibir tal castigo?

Intento calmar sus pensamientos pero las imágenes que el cuaderno contenían perturbaban cada rincón de su mente y no tuvo más opción que dirigirse hacía el altar del sacerdote, sentarse sobre el suelo y que el silencio le haga compañía en esta situación.

De todos modos había terminado todas sus tareas olvidando completamente que estaba sedienta. De no ser porque su garganta ardía pidiendo agua no se daría cuenta que estaba deshidratada.

No bebió agua en 5 horas y pero tampoco sabía dónde podría encontrar el recipiente que siempre le dejaban a un costado del altar. Lo único que faltaba era que ahora mismo prefieran que muera de sed.

NO ME AMES MIKASA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora