Prólogo

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Las tardes en la ciudad de Los Ángeles daban paso a las noches alocadas que se aproximaban para las siguientes horas de la noche hasta el amanecer. Y eso incluía, el hecho que las luces neón que iluminaban las calles del barrio más recurrido de la ciudad, se encendieron y diera esa vibra y vida que mantenía el corazón de la vida callejera vivo.

Casi todos siendo vagos malvivientes drogadictos, o moribundos después de tanta droga metida en su sistema. Pero muy en el fondo, había algo bueno en la gente de calle, y esa era su cultura, apesar de todo tenían su encanto exótico y único que podría llegar a cautivarte, no todo era tan malo cuando miraban por debajo de esa facha de 'mata o muere'.

Los vagos mayores e incluso la nueva generación trataban de mejorar el lugar, darle un aspecto más decente aunque sin quitar su toque distintivo, todo lo que convertía a el arte callejero en lo que era.

Y claro, había algo que debían temer de los lares, y esas eran sus pandillas juveniles callejeras. Algo que abundaba en el callejón donde estaba aquel pequeño distrito, las cuales se dividen en varios bandos y reparten territorio entre sí.

Pero, hay una que tiene más expansión que las demás, y esa era la pandilla de 'Los Demonios de Zaun', la cual era liderada por la hija de uno de sus mayores traficantes y que mantenía el total control del distrito.

Aparte de, claramente, 'La Baronesa Química'.

Si alguien era capaz de mantener el barrio llamado Zaun controlado y liderado, esos eran Silco Voinescu y Renata Glasc. Los dos más grandes negociantes y 'empresarios' ilegales que podían existir en toda la extensión de la ciudad y más allá de la misma, teniendo contactos muy aceptables para darles una posible cadena perpetua o incluso, una pena de muerte. Y como cualquier ser temerario y que ha venido del sufrimiento en toda su vida, eso era lo de menos, siempre habían vivido con el constante sentimiento que la muerte los acechaba.

Y justamente, ese era un hecho que solía mantener a Silco alerta, no por que le tuviera miedo a la autoridad, era por el echo que su hija solía cometer muchas estupideces como acto de vandalismo, lo que llevaba a desequilibrar el estado de 'la paz' entre la ley y en sus vidas personales.

Como ahora; lo que solía ser típico de Jinx era el salir a la guarida que tenía con su banda, un lugar 'algo' descuidado y casi cayéndose a pedazos, pero era lo de menos.

—¡Gafe! al fin llegas —exclamo un joven de tez pálida, cabello negro, vistiendo unos jeans grises rasgados, una camiseta sin mangas blanca y una chaqueta de jean azul— Te tardaste tanto.

—Tranquilo, Chuck. Ya llegue, ¿que es tan importante como para interrumpir mis labores diarias? —la peliazul eléctrico le dio poca importancia al reclamo de uno de los miembros de su banda, mientras tomaba asiento en uno de los sofás desgastados que estaban en el lugar— Porque si no, tendré que matar a alguien...

—No hemos recibido nuestra paga —le respondió otro tipo un tanto musculoso y más alto que ella, sonando totalmente irritado ante su desdén y falta de importancia— Habíamos hecho un trato.

—Un trato que si me da la puta gana lo puedo anular —Jinx le sonrió con burla, sacando una cuchilla con la cual empezó a jugar entre sus dedos mientras se preparaba para seguir escuchando más reclamos— Si no recuerdan bien, eso quedó claro cuando acudieron a mi solo para mantener su maldito vicio y tener a sus demonios en calma...

—¡Maldita hija de...! —exclamo el tipo hecho furia ante las palabras de la, que se podía considerar, líder de la pandilla.—

—¡Porque son unos hijos de perras! —la chica parecía totalmente tranquila, en calma congelada— Todos tenemos nuestros demonios, y claro, el Shimmer los controla al darles una sobredosis en las que pueden hacer cualquier cosa. Esto no es un juego, es la realidad en la que vivimos...

Crazy Love || Lightcannon AU Donde viven las historias. Descúbrelo ahora