Ep. III - Parte 1

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⠀⠀Los montículos de chatarra de Ker-Lay poseían la fama de desafiar a los cielos, pues su empeño estaba puesto en colindarlos; esto tras décadas de albergar familias enteras en cada planta, en improvisadas viviendas montadas por aquellos que no po...

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⠀⠀Los montículos de chatarra de Ker-Lay poseían la fama de desafiar a los cielos, pues su empeño estaba puesto en colindarlos; esto tras décadas de albergar familias enteras en cada planta, en improvisadas viviendas montadas por aquellos que no podían pagar al Imperio una fracción propia de tierra. No es que los encantamientos para mantener erguidas aquellas «edificaciones» fuesen baratos, pero la gran mayoría de los habitantes se aferraba a la burda creencia de que se trataba de un «arreglo temporal» en lo que se esmeraban por dejar atrás esos lares.

⠀Una vez que Alvor y Kestrel traspasaron a los tigres de hierro corroídos por el óxido, aquellos guardianes que escrutaban a los recién llegados en la entrada a la ciudad, sintieron el impacto del caótico jolgorio ker-layaní en todo su esplendor. Restos de madera, hierro e incluso prendas de vestir o sábanas maltrechas sucumbían de vez en cuando a la gravedad y caían en picada a manos de los transeúntes que tuviesen la fortuna de vislumbrarlos antes de que los verdaderos propietarios se apresuraran en recogerlos. En Satiria no eras dueño de nada que no tuvieras a mano u ocultases bien, a menos que portaras una tablilla de bronce, y una limitada cantidad de sateríes contaba con dicho privilegio.

⠀⠀La arena se esparcía ante el alboroto en las calles, a modo de cómplice, facilitando a los rateros de hacerse con todo lo que los defectos mágicos de las edificaciones tuviesen para obsequiarles.

━Son como perros peleando por un trozo de carne echada a perder ━comentó un hombre desde su carroza, una con la insignia del gallardo pavo real. Un dangerí, ataviado con seda roja de acabados dorados y un manto de vibrante color naranja, que alzaba la voz cargada de soberbia y desperdigaba gotas de agua fresca al momento de beber de su cantimplora.

⠀⠀Alvor había reflexionado sobre vestir sus atuendos usuales, aquellos de extensiones íntegras, costura impecable y colores concisos, aunque neutros, no por ello desapercibidos; no fue la más razonable de sus ideas cuando ingresó a Ker-Lay el día anterior. Suspiró, ya entre las inestables viviendas de la ciudad, pensando en que nunca antes un trabajo le había exigido el sacrificio de disfrazarse de mendigo o, en tal caso, como un saterí.

⠀⠀Kestrel, a su lado mismo, escudriñaba cada rincón de la ciudad con sus ojos vivaces, esta vez de color miel a causa de un encantamiento de apariencia. Su apretada prenda superior negra cubría un poco más arriba de sus clavículas y dejaba a merced del Sol impetuoso y de los insectos sus brazos níveos; un detalle que Alvor solucionó mediante vendajes, cubriendo incluso los brazaletes encantados.

━Le pido que me disculpe, Su Alteza ━había dicho Alvor ante la reacción disconforme del príncipe hacia su vestimenta━, no puedo ataviarlo con los colores que acostumbraba en Tylka porque estamos tratando de pasar desapercibidos y me imagino que no querrá usted recibir condolencias a cada paso que demos.

⠀⠀Su justificación se resumió a que las prendas funerarias en Satiria eran de color blanco, y, además de que era la única ocasión en la que se atrevían a vestirlas, muchas veces se asociaban a los dangeríes.

Prisioneros de las Rosas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora