💤CAPÍTULO 13 - QUÉ PEREZA IRSE A BERLÍN💤

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Daba mucha pereza irse a Berlín, pero las horas de tren me permitirían tener una excusa para dormir

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Daba mucha pereza irse a Berlín, pero las horas de tren me permitirían tener una excusa para dormir. Me solían preguntar a menudo cómo podía tener sueño de koala siendo humano, pero mi respuesta era la misma siempre: no lo sé. Era una tradición que se había traspasado de unas reencarnaciones de la pereza a otras con el paso de los años. Compartía identidad con todas ellas, así que conservaba recuerdos de sus aventuras. Era esa la razón por la que cada generación era más inteligente que la anterior, gozábamos del procesamiento de la información de nuestros ancestros, además del propio, sacado de los períodos oníricos.

Aunque esa virtud se convertía también en la debilidad. Un ochenta y siete por ciento de los representantes de mi pecado murieron asesinados durante el sueño. Uno de mis antepasados vikingo llegó a aconsejar a los reyes de Noruega durante siglos, pero unos traidores acabaron con él aprovechando uno de sus procesos de hibernación. Como era frecuente verlo inconsciente, nadie se enteró de que había muerto hasta que empezó a oler a podredumbre.

El trayecto debió ser agradable y con vistas excelentes. Decía que "debía serlo" porque para mí fue un abrir y cerrar de ojos desde Praga a Berlín. Me despertó una pareja de ancianos hablando en alemán. Les respondí con la misma fluidez en su idioma y les agradecí su interés.

Cuanto más lejos estuviese de los Ángeles de la Muerte, mejor. La conspiración que nos habían traído durante las votaciones confirmaba mis sospechas sobre un traidor entre sus filas. Si sabían lo que me temía, no dudarían en escogerme como primer blanco para la purga. Con lo que no contaban era con que yo ya me lo imaginaba e iba prevenido.

El Servicio Secreto de Inteligencia tenía su sede principal en Berlín, de ahí que me dirigiese al aeropuerto de Tegel en uno de sus vehículos. Llevaba trabajando como jefe del ala de crímenes especiales desde que me contrataron con quince años tras hackear un banco multinacional por aburrimiento. Habíamos investigado casos conocidos, pero ninguno de ellos salía a la luz por precaución. La CIA y el FBI conocían de nuestra existencia, pero priorizaban nuestro trabajo cuando coincidíamos en casos.

Al llegar, vimos el tráfico que había. Me sudaban las manos. No quería enfrentarme a tanta gente en un mismo lugar, así que pedí que me llevaran por una ruta alternativa. Los agentes que me acompañaban me escoltaron hasta que llegué a una de las aduanas en el sector C. Fingí ser parte de la seguridad, interesado en captar a uno de los pasajeros de un vuelo con destino Rusia.

La ópera de la soberbia [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora