Toqué a la puerta de la habitación con el puño. Tres sutiles golpes que culminaron en una voz interrogativa desde el interior. Respondí con mi nombre, y Luna me recibió con una mezcla de miedo y alegría. Me pidió que entrara rápido y cerró de inmediato, nerviosa.
Sus padres no estaban en el hotel. Según me contó, volvieron a casa tras el primer día. No querían causar molestia a los pecados, por mucho lujo que les ofreciesen. La idea de Cass de traerlos a un lugar cercano fue inteligente pero precipitada.
—Unos tíos con armas han venido y casi matan al chico ese rubio y al hermano de Cass. Ha sido horrible. —Daba vueltas de un lado a otro sin rumbo fijo.
—¿Te han herido? —pregunté, comprobando el aseo, la cocina y cada rincón de la suite en la que se alojaba.
No podía arriesgarme a que Umbría la acechara.
—Estuvo a punto de matarme —se quejó la chica. Sacó la daga de rosa y negro de un cajón, mostrándomela—. Y el chico rubio habló en sueños y dijo no sé qué de una daga. Le encontré esto en el pantalón antes de llevarlo al hospital. Me permitió quedármela, pero no sé si era consciente. Creo que se la robé sin querer.
—¿Puedes enseñármela? —Saboreé el momento. Me la entregó sin dudar—. No la había visto nunca.
La muchacha se rascó el brazo, incómoda.
—¿Te importa si se la devuelves tú? Estaba muy agobiada y no sabía qué hacer. Ahora me siento fatal. Me da vergüenza dársela y confío más en ti, que estás a su nivel. —La vi sonrojada.
Jamás permitiría que le hicieran daño. Lejos de mis ambiciones, su seguridad era lo principal. Si Umbría quería usarla de recipiente, tendría que vérselas conmigo. Y si habían atacado al mellizo y a Hugo en su presencia, era porque estaba en las proximidades.
El objetivo de una entidad como esa era torturar a Luna. Pretendía obligarla a enfrentarse a situaciones traumáticas para romperla. Buscaba crearle vacíos en el alma. Que la hirieran, que la violaran, que la humillaran, cualquier ataque que la dejara vulnerable. Justo lo mismo que hizo el octavo pecado capital con mi madre al obligarla a sucumbir a los encantos de Edvin Asmodeus. Mi padre desató el infierno por odio, pero nunca supo la verdad. No llegó a saber que trabajó con el diablo que lo llevó a la muerte. Y yo tampoco lo supe hasta que encontré el libro del ángel caído. Entendí que la tormenta de Umbría nos perseguía a todos por igual.
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La ópera de la soberbia [#1]
ParanormalLos mellizos de la lujuria, Cass y Thiago, asisten a la boda del rey de los pecados, Lucifer, con la intención de destronarlo. Cada una de las demás reencarnaciones, con sus virtudes y defectos, deberá elegir un bando y posicionarse en una guerra co...