Capítulo 9
¿Qué estábamos haciendo?
— Hola, olvidé las llaves de mi auto — le dije, respaldada del umbral de la puerta, fingiendo fastidio.
(OBSERVACION, no tenía auto y él lo sabía) al verme, enarca una ceja.
—Qué terrible. —comenta con cierta ironía. Para luego decir con un aire más pícaro— Adelante, estás en tu casa.
Era una vil mentira y lo peor era que Christofer lo sabía. Mis intenciones denotaban absurda candidez con un deje de quien no quiere la cosa. En realidad yo sólo quería revolver la cama con él una vez más. Cómo decirlo para no sonar vulgar… Sus besos tenían una sustancia fuera de este mundo; sus manos un detonador pues de la nada podía volarme los sentidos, se había vuelto una necesidad. ¡Ok céntrate mujer!, me reprendo.
Nuestros encuentros eran divinos y catárticos, por horas podía olvidarme de quien era y asumir el roll de un ser inventado. Nuestros cuerpos encajaban estupendamente, nos movíamos en la misma sincronía de una danza salvaje y sublime a la vez, donde cada una de sus caricias dejaban la firma de su más intima pretensión: hacerme suya.
Sin embargo, cuando eran “las doce” la magia se desvanecía y siempre que se daba el momento de establecer que era lo que estaba pasando, los dos dábamos un paso atrás. Sabía que mientras más me demorara en establecer los limites se malinterpretaría mi postura. Él era divino, pero sólo era un pasatiempo y me parece que por su parte igual yo...
—¿El otro día no habré dejado mi reloj? — pregunta Christofer con su típica serenidad.
“Sólo un pasatiempo” me recuerdo.
—Mira, no lo he visto pero si quieres pasa y entre los dos…
Él no espera a que termine de hablar y planta un profundo beso que me roba el aliento y la fuerza para mantenerme en pie, me abrazo de su cuello mientras caminamos de espalda hasta que la pared nos impide el paso.
El poder disfrutar la calidez de su piel me estremece.
Dejar cosas en la casa del otro se volvió una dinámica tácita, una excusa para volver a vernos, aunque para muchos suela ser un poco infantil, pues evitaba la aceptación del hecho de que yo le atraía tanto como él a mí, siendo el orgullo el motor para seguir evadiendo nuestros deseos.
¿Esto es correcto? Aquella pregunta se difumina en la explosión de reacciones químicas, producto de su vibrante estimulo.
¿Es necesario establecer términos si estamos tan bien? ¿Por qué me preocupa? El sexo es algo normal para mí, pero antes no venían de la mano con charlas, cenas a la luz de las velas, risas y complicidad… maldición era todo lo que mi yo de 18 años había soñado y él me lo ofrece en bandeja de plata, pero ya es tarde, la herida aun duele. Todavía estaba resentida, por eso, quería hacerlo pagar.
Antes de que pueda hacer mi huida Christofer me abraza, besa mi frente. Me remuevo incomoda, aun no me acostumbro a su efusividad.
— Cena conmigo esta noche — pide, con voz adormilada — no te soltare hasta que digas que sí.
Suelto un respingo contrariada y doy mi consentimiento con un simple.
— Si…
El ríe y me parece tan encantador de momento, ¡Lyla basta! Pero luego de estrecharme fuerte me libera.
Logro escabullirme bajo el pretexto de mi importante trabajo. Él me mira compasivo y me desea un buen día, le devuelvo la sonrisa, termino de vestirme para después huir del lugar.
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Temporales
RomanceNada dura para siempre, eso lo sé muy bien. Todo en la vida es transitorio, temporal y eso hace que el sabor de los frutos que nos ofrece este mundo, sean mucho mas placenteros. Y creanme, yo no quisiera que fuera de otra forma.