La voz de mi orgullo

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Capítulo 8

Siempre que estoy confundida o me pongo sentimental, el trabajo y buen sexo son la mejor medicación, el sexo no funcionó muy bien la última vez, así que el trabajo es lo único que me queda...

Enciendo la luz de mi oficina la cual quedó reluciente después de la limpieza que contraté. Paredes blancas, luces led, cuadros abstractos, una mini sala de estar para que mis clientes se sientan más cómodos, una mesa de centro hecha con resina donde reposaba un bonsái artificial y a su alrededor muebles de gamuza negra; vislumbro mi escritorio de vidrio negro, y por último…

—Mi sillón…— suspiro al ver esa belleza ortopédica donde solía pasar horas leyendo sentencias, que me ayudaran con mis casos sin afectar mi espalda.

Tomo asiento y echo un vistazo a mi espacio de trabajo, a solos pasos del Ministerio de Justicia: mi lugar soñado.

Reordeno unos archivos para pasar el rato. Acabo de volver así que empezar de nuevo tomará un poco de tiempo, envío unos correos para avisar de mi regreso a los corporativos para los que estoy contratada, le mando un saludo a mis antiguos clientes… con suerte alguno quiera divorciarse o dirimir conflictos corporativos de magna escala. No soy muy fan del civil ni del derecho laboral pero la desesperación por ocuparme en algo me obligaba a considerarlo.

Espero respuesta, pero nada llega, veo el reloj y apenas han pasado un par de minutos lo cual desata una oleada caótica de pensamientos que se empeñan en desequilibrar los fuertes cimientos de mi seguridad ¿Soy tan mala? ¿Una vergüenza? ¿Por qué me importa tanto lo que diga ese imbécil? ¿Por qué le doy poder a esos comentarios?

Porque en el fondo lo crees, me responde una vocecilla interna.

Reusándome a creerlo trato de pensar en otra cosa y no puedo evitar recordar la mirada de mi padre la cual desbordaba decepción cuando gané mi primer caso…

En mí no cabía la emoción, la euforia y la sensación de controlar los resultados. Fue el momento en el que me deshice de la ética para abrirme paso al éxito. Pagaron una suma importante a mi tutor y a mí por defender al primo de un importante político acusado de causar la muerte de una familia, Agustín mi cliente se le inculpaba por estar bajo efecto de las drogas…

Mi mentor me enseñó que en esta carrera se avanza mediante los contactos y ahí me lo demostró con hechos, el director del hospital que recibió a los involucrados del accidente era un íntimo amigo del sagaz abogado, el hizo que desaparecieran todas las pruebas que ensuciaran el nombre del imputado y al ser desvirtuada la acusación por drogas, se sostuvo que el auto falló y se salió de control, siendo nuestro cliente una víctima más.

Sin cámaras que lo comprobaran, sin más pruebas que testimonios y alguna que otra maquinación beneficiosa para el “culpable” se obtuvo la reducción de la sentencia, y prisión domiciliaria, para luego de un año ser dado en libertad condicional en una nueva evaluación de su caso, siendo las pruebas que ensuciaban su nombre una leve mancha que se difuminaría con el tiempo.

Esa sensación de poder, además de placentera, puso en mis manos la seguridad de que todo iría según mis deseos y que por tanto sería seguro. Nada me derribaría en mi propio juego.

Aunque la advertencia no se hizo esperar, mi tutor un hombre decidido, malicioso y calculador me dijo un día que este sendero es traicionero, es como caminar por arena movediza, una vez que entras es imposible salir. Poco a poco fui desechando personas que cuestionaban mis decisiones y dejé de escuchar a los demás hasta que sólo me involucré por conveniencia prescindiendo de vínculos reales, mi familia me dio la espalda, mis amigos en secreto creen que soy un caos lamentable… No deja de hacerme ruido que Helena no hizo el menor intento en defenderme.

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