El regreso del Karma

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Capítulo 5

La molesta luz del nuevo día comienza a instalarse en la habitación, haciendo que me levante. ¡Pero dios, hacia tanto que no dormía! Necesitaba unos minutos más. Cojo la almohada y cubro mi cabeza con ella. Pero poco a poco voy entrando en conciencia, y las imágenes de la noche anterior me abofetean y disipan todo rastro de sueño. Rápidamente me incorporo, y visualizo la habitación del hotel. Inspecciono mi cuerpo y estoy completamente desnuda en la cama que yace revuelta, al parecer no hay ni rastro de mi compañero, quien tal vez tomó la delantera y se marchó, parece que tuvo la decencia de permitirme dormir hasta tarde...

— Que considerado.

Los recuerdos asaltaron mis pensamientos, y no puedo evitar sonreír con picardía, fue una gran noche. “De ser así, consideraré perder mi teléfono más seguido”, pienso. Cuando miro la hora en el reloj digital, que reposa en la pequeña cómoda junto a la cama, me sorprende el tiempo que permanecí dormida...  Ya es mediodía. No solía dormir tanto después de una noche de sexo, normalmente yo era quien se levantaba primero, supongo que el trasnocho me pasó factura. Bueno, voy a adjudicarle mi cansancio a la falta de sueño, resuelvo. Vuelvo a acostarme, y miro al techo con una sonrisa iluminando mi rostro...

Debo decir que me la pasé muy bien anoche, fue una experiencia nueva, solo una vez había sido la sumisa, y fue cuando me inicié en el arte del sexo, pero luego reclame mi batuta e hice de los hombres mis esclavos sin derecho a manumisión*. Pero ahora, este hombre me había hecho una regresión, sin mi consentimiento me había convertido en una sumisa... pensar en ello, fue un golpe a mi orgullo... pero no podía negar que la había pasado increíble.

Son las doce... ¿no se supone que debías llamar a Martina...?

— ¡Oh por todos los cielos! Martina.

Salgo de la cama como rayo para buscar mi bolso de mano, se supone que debía llamarle y ya era tarde para ello. En el suelo de la habitación hallo mi blúmer, no dudo en ponérmelo, y después de esto emprendo una ardua búsqueda y recolección de mis cosas. Salgo de la habitación y doy con la estancia allí observo los restos de mi amado vestido...

Rayos...

— Buenas tardes —escucho a mis espaldas.

Escuchar su voz hace que me recorra un escalofrío en toda la columna. De hecho, no consideré la idea de encontrármelo, pero tampoco denegué totalmente la posibilidad. No le di importancia y me vuelvo en su dirección, sin el menor pudor, parecía que no hacía mucho de haberse levantado, su cabello alborotado, su rostro con un aire adormilado, avivaba su encanto.

— ¿Por qué no me despertaste?

— Parecías muy exhausta—responde con simpleza —. No quería hacerte esa maldad.

— Tenía varios días sin dormir —exagero, tratando de dejar en claro que mi cansancio no tiene nada que ver con él.

— Si tú lo dices. —acepta, encogiéndose de hombros.

Lo miro un tanto airada por sus insinuaciones, pero debo aceptar que su seguridad y evidente egocentrismo me resultaba un tanto atractivo, ya que me instaba a querer bajarlo de esa linda nube de algodón rosa. Pero cambiando de tema, con la cabeza ladeada le muestro mi vestido hecho jirones, en respuesta el solo se ríe y luego oculta su sonrisa divertida con la taza de café que bebía.

— No puedo usar esto —repuse—, iría en contra de las buenas costumbres.

— No tengo problema en que te quedes —comenta con picardía, escaneándome de pies a cabeza—. Aquí no debes preocuparte por esas tontas normas morales.

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