❝ Y no puedo evitar amarte y odiarte al mismo tiempo ❞
Donde Pedro se encuentra entre la espada y la pared, tratando de decidir si seguir a su corazón o hacerle caso a la razón.
❝ Porque mirar tus ojos, se siente tan cálido, tan real ❞
PEDRO PASCAL...
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LA ALARMA SONÓ JUSTO QUINCE MINUTOS ANTES DE LAS SEIS. Me dispuse a apagarla, para luego dejarme caer unos minutos más en la cama. El techo iluminado me confirmaría un día brillante y caluroso, un leve movimiento a mi lado hizo confirmar que no me encontraba en completa soledad. Sus brazos se acomodaron en mi abdomen mientras suspiraba y acordaba aún más la distancia.
- Buenos días - murmuré con un buen tono mientras sonreía.
- Buenos días, cariño - expresó Sarah antes de besar mis labios. Sin embargo, corté aquello ante sus intenciones.
- Llegaré tarde al trabajo - mencioné, dispuesto a levantarme de la cama.
- Solo un rato más - esta me tomó de la mano con una sonrisa. No podía negar que mi corazón latía con fuerza, su cabello levemente revuelto y ojos azules parecían cautivarme con cada segundo.
- Tomaré una ducha - expresé, tomando mi ropa interior, de la noche anterior antes de colocarla y dirigirme al baño.
- ¿Quieres compañía? - preguntó con un toque de picardía, al mirarla, pude notar la libertad en su cuerpo, por lo que, asentí antes de sentir su desnudez en mi cuerpo.
Estaba claro que, llegaría más tarde de lo normal, y no me molestaría.
●
Los días de grabaciones resultaban exhaustivos, miraba correr al personal de un lado a otro mientras todos parecíamos estar al mismo nivel de concentración. Mi móvil vibró, agradecido por no escuchar aquel característico sonido, que podría causar que todo se reiniciara.
El nombre de Sofi aparecía en mi móvil, no pude evitar sonreír, en especial, cuando no había sabido nada de ella. Y, ahí caí en cuenta de que no podía pasar ni un solo día, sin saber que se encontraba bien.
- ¿Hola? - pregunté con entusiasmo, asegurándome de no interrumpir a nadie.
- Hola, P... - su voz sonaba diferente pero no podía evitar considerarlo reconfortante.
- Hola, rayito - murmuré, apostando que, una sonrisa se formaba en su rostro - yo... no he sabido nada de ti, en días, ¿he hecho algo malo? - un largo silencio, que parecía eterno, se instaló al otro lado de la línea.
Escuché suspirarla, sin duda había hecho algo mal, como cuando mi madre me miraba cuando hacía algo mal.
- Dime, rayito - alenté, dispuesto a solucionar las cosas.
Nunca fui alguien que dejara todo al aire, me gustaba resolverlo, sin embargo, sabía que algo había sucedido cuando Sofia decidió mantener distancia, por lo que, debía respetar, hasta el momento que ella decidiera hablar. Mentiría si dijera que aquellos días fueron fáciles, no recibir mensajes de Sofia eran una eterna agonía, en especial, cuando tenía algo bueno para contar pero pensaría que aquello era invasivo, así que, solo me quedaba esperar.
