Un secuestro cambiará la vida de una joven aprendiz.
En la batalla de la supervivencia el más apto triunfará porque no hay lugar para el error cuando entras en la jaula de las serpientes.
Fuerte, inteligente, amable y con una belleza incomparable e...
Esa mañana la Sultana Mihrimah desfiló por los pasillos del Castillo con un vestido y un velo color azul.
Su mirada era fría pero yo sabía cuan doloroso era esto para ella.
Cuando la Sultana abandonó el Palacio recé en silencio por ella. Fue enviada a su nuevo palacio en donde tendría su noche de bodas con el ahora Rustem Pasha.
Mordí mi labio nerviosa mientras me encontraba en los cuartos médicos haciendo la revisión general de todo. Después de la ceremonia seguí con mi trabajo como doctora a cargo.
Sabía que venían años duros y decisivos para el Imperio otomano.
Debía prepararme para enfrentarme más de una vez contra la muerte para proteger a Mehmed de la oscuridad.
[1 años después]
Me encontraba asistiendo el parto de la Sultana Mihrimah. Los gritos de la Sultana me hacía estremecer, ella era pequeña y este bebé podía lastimarla e incluso provocarle una gran hemorragia que la llevaría a la muerte y con su muerte mi muerte.
—Tranquila, ya casi.—Exclamé mientras tomaba con cuidado la cabeza del bebé.—¡Puje Sultana!—Pedí y cuando lo hizo sonreí.
El bebé lloró con fuerza y rápidamente lo envolví en una manta. Corté la unión con la madre y me doy cuenta que se trata de una niña.
—Felicidades Sultana, es una hermosa niña.—Le comenté con una gran sonrisa.
La entregué un momento para que la niña sienta el calor de su madre pero luego la tomé en brazos para poder limpiarla con paños y vestirla.
Una vez más la entrego a los brazos de Mihrimah y me reverencio. Las criadas me entregan una bolsita con oro mientras agradezco con una sonrisa.
—La Sultana debe descansar.—Pedí a las presentes y me retiré.
Hoy volvería a ver a mi amado.
Hacia un mes me había instalado en el Palacio de la Sultana del Sol y la Luna para estar atenta a cualquier cosa que pudiera pasar con su embarazo y todo este tiempo Mehmed solía enviarme cartas a diario y eso me daba gran felicidad sin embargo nada podría reemplazar el calor de su cuerpo con el mío.
Pero hoy lo volvería a ver.
Sabía que el vendría a ver a su hermana y a rezar con su familia por el bienestar de su sobrina por lo que debía apresurarme y vestirme hermosa para él.
—¿Como fué?—Me pregunta Camila con una sonrisa mientras yo ingresaba a mis aposentos designado.
—Es una niña muy hermosa. —Respondí con una sonrisa igual.—Muy pronto llegará Mehmed y debo verme bien para él.
De inmediato Camila asiente y vamos juntas a los baños en donde ella ayuda a lavar mi cuerpo mientras otra muchacha me da un masaje relajante.
Al salir de las duchas me visten y arreglan mi cabello para finalizar con una Rica fragancia y así ir hasta los aposentos de la sultana nuevamente.
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