C A P Ì T U L O VIII: "Pecador"

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Al salir de aquella oficina con aire tóxico inundando el lugar, pude sentir como mis pulmones se llenaban de aire limpio y puro de nuevo. Mi cuerpo tiembla de muchas emociones contenidas, sé que como mínimo me gane una despedida triunfal en mi intento de defenderme.

No podía solamente quedarme callada, eso jamás. Cobardía, no va, ni pega con mi apellido.

Me tire diez meses de esfuerzo y dedicación por un caño no más por tratar de dejar pensamientos claros sobre mi. Técnicamente no tiene sentido lo que hago con lo qué pienso, pero no pude solamente dejarlo pasar.

Maldito Lefevre.

Es que es un ser aborrecible y pensar que ensucie mi boca dándole un beso. El solo recordar me genera náuseas.

Siento mi celular vibrar en el bolsillo, ha de ser la bendita aplicación del mal intentando arruinar mi día más de lo que yo ya lo arruine.

Saco mi celular solo para confirmar lo más que evidente. No puedo dejar de virar mi mirada, subo al ascensor solo para terminar con todo este revuelo de hoy. Para qué voy a seguir evitando lo inevitable.

Resignación y paz a mis madrugadas y desvelos intentando hacer bien mi trabajo.

No tengo más resignación que aceptar mi fracasado destino.

Al llegar a la oficina varios de mis compañeros se me quedan mirando fijamente y de un momento a otro los aplausos en cada uno de ellos me dejan boquiabierta.

¿Estarán acaso celebrando mi partida?

— ¿Qué suce…?

Mis palabras a medio terminar quedaron, cuando Joan decidió acabar con el misterio que no hacía más que causarle más y más suplicio a mi pobre y desdichada alma.

— Nos acaban de informar que has ganado la prueba, a los inversores les gustó lo que hiciste con la aplicación. Te esperan en recursos humanos porque pasaste las preliminares.

Unos fuertes vitoreos y aplausos aún más fuertes no se hicieron esperar. Yo me encontraba aún sin creerlo.

Osea es una excelente noticia, días atrás estaría brincando en un pie por semejante acontecimiento, pero, ahora mismo el miedo a quedarme aquí me gana.

Me siento un títere que está siendo manejado por las malas acciones que cometí borracha.

¡Dios mío padre santo de las creaciones y de Aleah la crea situaciones bochornosas! Dame fuerzas para no salir corriendo.

— Ya despierta lerda, no van a esperar por ti todo el día.

El evidente tono de sarcasmo y envidia saliendo de los labios de Susan me trajeron de vuelta a la realidad.

Solo asentí a todos los presentes, tomé mis cosas y salí de ahí. Tomé un largo camino por las escaleras a recursos humanos. Mí mente no deja de trabajar a mil por hora y no sé qué esperar.

Supongo que puedo seguir adelante hasta donde dios me aguante y acompañe. Siento que llevo está pelea perdida, que en algún momento me van a descubrir. Cada escalón lo sentía como mi descenso a la locura, a entregar mi alma al sufrimiento eterno y entonces su voz:

— Señorita Amato…

Esa voz, esa voz me hace temblar hasta la médula… Me di la vuelta para encarar mi bochornoso destino. Venía detrás de mí. ¿Por qué la mala suerte Dios?

¿Acaso no quieres a tu buena hija?

Cómo diría mi madre querida: “Semina un'azione, raccoglierai un'abitudine" .

¡Ay madre querida! Cuánta razón tenías. Esto me pasa por andar creando hábitos de valentía y no es que este mal, está mal el contexto donde lo utilice.

¡Mio Dio, perdonami!

>> Quite esa cara, hagamos borrón y cuenta nueva. Al fin y al cabo tendremos que trabajar juntos un tiempo.

Su voz dejando ver un atisbo de paz que no se lo creía ni su abuela. Christopher Lefevre prácticamente ya me había declarado la guerra.

— Supongo que por el momento puede haber paz, yo necesito el trabajo y usted mi trabajo.

— Yo no necesito nada srta Amato, simplemente hay palabras que se deben cumplir.

— Ah, entonces si no me necesita para nada en específico puedo retirarme, no se sienta obligado a cumplir promesas innecesarias. No hay ningún problema, no soy indispensable y el trabajo tampoco me es indispensable señor Lefevre. Y dado su comportamiento hace unos minutos nada me retiene a seguir trabajando con usted.

Su mirada en mi dirección es feroz, es abrasiva, por un momento sentí mi cuerpo flaquear por mi atrevimiento, pero me sostuve mis anticuados lentes y también le sostuve mi mirada firme y el mentón arriba.

Jodete Lefevre, malas ligas.

Aleah 1, Christopher 0.

— Le recuerdo que al momento está trabajando en un proyecto el cual no puede abandonar. — dijo él con cierto tono amenazante y con señales de no aguantar ni un minuto más mi enorme insolencia.

— ¡Vaya! Creo haberlo oído decir que yo no era indispensable aquí. Me lo he tomado muy enserio.

Se acercó a mí, su postura, su perfume me hizo darme un viaje a aquella noche de desenfreno. Sentí mis ojos arder por la cercanía, verdaderamente todo en mi arde, quema. Estremece.

>> ¿Qué está haciendo? — los tartamudeos en mi voz haciéndose notar.

— No me gusta que pongan palabras en mi boca que yo no he dicho, como hace unos minutos atrás usted está divagando y diciendo cosas de mi sin fundamentos. Ahora quiere volver a huir como huyó de la oficina.

— Si quiere decir  algo puede hacerlo sin invadir el espacio personal de las personas, tiene por lo general comportamientos inapropiados.

Mi voz sale casi en un susurro, mi mirada altiva se pasea por sus labios y me maldije internamente por ser tan obvia. Que bien sabían la última vez, sacude de tu cabeza esos pensamientos Aleah, por Dios.

Desde acá siento el olor de su perfume, embriagadoramente delicioso. La hombría se le dispara por cada poro y mi estupidez se denota hasta en el temblor de mis piernas.

Maledizione! Aleah concentrazione.

A ti querida mía, no te puede gustar el malas ligas, de entre todos los hombres del planeta él no.

— Cada palabra que sale de esa boca suya es más insultante para mí. Pero lo dejaré estar querida Aleah, intentó hacer una tregua con usted. No lo haga más difícil. Le doy permiso de seguir siendo una cobarde.

Acercó su boca a mi mejilla y deposito un beso que me electrificó hasta las neuronas, el alma se me salió y volvió a entrar a mi cuerpo. Mi cara estoy segura que arde y que está tan roja como mis cabellos. Mis emociones están encontradas, no sé exactamente qué estoy sintiendo. 

Maldito seas mil veces hijo del demonio, animal rastrero. Te quemaras en la quinta paila del infierno.

Pecador.

Quise gritarle cuánta cosa se me pasará por la mente, pero con ese maldito porte que lo caracteriza se arregló la solapa del traje y se marchó, dejándome allí con mil ganas de decirle lo cuánto que lo odio.

Su perfume quedó impregnado en el aire que estaba respirando e incontables imágenes de aquella noche se paseaban por mi cabeza. Resulta que ahora no solo me iba a atormentar su recuerdo por culpa de la borrachera si no también por temas laborales.

¿Qué me estás haciendo Christopher?

Toque mi mejilla inconscientemente y casi que por acto reflejo me di de cachetadas y demás intentando limpiar aquel despreciable beso que el malas ligas había depositado.

Tengo una manera de vengarme Lefevre. 

Aleah 2, malas ligas 1.

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