14. Ayudo a un perro del infierno

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14. Ayudo a un perro del infierno

Luego de hablar con Liam e intentar consolarle, decidí ir a casa. No estaba particularmente cerca de mi hogar, sin mencionar que mi bicicleta aún estaba en la estación de policías. A Liam no le agradaba demasiado la idea de que fuera caminando a casa, ofreció acompañarme, pero le dije que estaría bien. Dudaba mucho que los Jinetes vuelvan por un segundo round.

—Además, saben que puedo dominarles —bromeé levemente, queriendo que se quede tranquilo. El rubio soltó un suspiro junto con un ruedo de ojos—. Descansa, Li. Te avisaré cuando llegue, ¿si?

El Beta obedeció. Prefería que se quede en su casa, pensando en lo que hablamos, en lo que ocurrió esta noche y que encuentre su rayito de esperanza. Yo aún no la pierdo, el encontrar a Stiles... Encontraremos de la misma forma a todos esos chicos, a quienes lamentablemente ya se me están olvidando los nombres. Pero no importa, sé que fueron raptados. Podrán borrarlos de mi memoria, quitarme sus nombres y rostros, pero no me pueden quitar esta sensación de ellos. Ese remanente de mis sentimientos de ellos.

Aún me vuelve loca intentar pensar en todo esto de los Jinetes. Por momentos, sigo sintiéndome una loca sin remedio cuando pienso en Stiles. Pero luego, a los pocos segundos, soy la persona más decidida y sé, de alguna forma, que él es real. Y así voy y vengo. A veces me da dolor de cabeza.

Mientras comienzo a caminar hacia casa, saco mi teléfono celular. No he recibido llamadas ni mensajes de Scott, por lo que intuyo que el señor Argent está bien o está siendo tratado. Pensé en llamarle para consultarle cómo va todo, pero al final desisto. No quiero distraerle de lo que sea que esté haciendo, Scott no me guarda secretos por lo que sé que luego me contará todo lo ocurrido.

Antes de que pudiera pensar si necesitaba llamar a otra persona o si volvía a casa caminando en silencio, alguien me estaba llamando a mí. 

Fruncí el ceño ante la entrada de la llamada porque en la pantalla no me aparecía el nombre de ninguno de mis contactos. Por lo tanto, quien intentaba contactarme, no era alguien a quien solía hablar con cotidianeidad.

Por un momento, sentí terror de apretar el número verde y aceptar la llamada. ¿Quién podía ser? ¿A quién no tenía agendado? ¿Podría ser...?

Negué con la cabeza. El solo hecho de pensar en él hace que mi corazón lata con rapidez y no sabría decir por qué exactamente. ¿Emoción? ¿Miedo? No lo sé. Deseché ese pensamiento, me armé de valor y apreté para aceptar la llamada — ¿Hola? 

¿Sarah? 

Por un momento, mi oído no captó más que una voz masculina. Era una tonalidad grave y con cierto tinte de rasposidad como si el dueño de las cuerdas vocales estuviera dormido o herido. Si mi corazón latía rápido antes de aceptar la llamada, luego de ello y de escuchar esa vos, sentía que saldría de mi pecho. Procuré tomar aire y mantener mi respiración controlada. 

Abrí mi boca para responder, pero no sabía qué decir. La persona repite mi nombre, y ahí mi oído se agudiza un poco más y logro distinguirlo.

—¿Parrish? —consulté confundida, frunciendo levemente el ceño. 

Miro a mis alrededores, como si todo aquello fuera parte de una broma y esperaba que saltasen unos niños a decirme "¡Es una broma! ¡Pensaste que era Derek y era el oficial Parrish! ¡Mira tu cara!" Pero afortunadamente, no pasa eso. Devuelvo mi mirada hacia el camino que tengo enfrente.

Sí... Lamento que te llame... —de nuevo, su voz continúa siendo rasposa. Siento cierto ruido al otro lado de la línea. Intuyo que el oficial está haciendo algo, arrastrándose o algo similar—. No recordaba tener agendado tu número pero... —más ruido. Un gemido de dolor—. Necesito tu ayuda.

Forget me not [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora