20: Valentín

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Me senté en el balcón cubierto, lejos de la barandilla para que ningún auto que pasara fuera capaz de verme y miré al furioso mar entrechocar consigo mismo. El sol se puso detrás de la casa, proyectando su sombra a lo largo del camino de la playa y sobre las dunas al borde de la arena. Agus estaba justo adentro, revisando las armas una vez más para asegurarse de que todo estaba en perfecto funcionamiento.

Había usado un destornillador con un puñado de armas, puliendo sus piezas hasta que cada movimiento fue suave, cada pieza de metal unificada con un propósito.

La tormenta de la noche pasada había dejado las cimas de las dunas mojadas y nadie se aventuraba a caminar por la orilla ya que el fuerte mar era mejor verlo desde la distancia. Envolví la manta más cerca a mi alrededor y miré a la gris extensión, no había visto el océano desde que mis padres nos llevaron a Valentina y a mí a la playa cuando tenía diez años. Mis vagos recuerdos incluían encontrar caracolas y perseguir cangrejos que eran muy rápido para atraparlos, nos habíamos divertido aunque Valu era demasiado pequeña para entrar al agua. Su pequeño sombrero para el sol apareció y mi memoria flotó en la superficie desapareciendo en las oscuras profundidades.

Giay tatareaba una canción ¿Estaría al tanto de lo estaba haciendo? reconocí la canción instantáneamente: "Can't Help Falling In Love", tenía sentido en nuestro contexto. Una sonrisa robada apareció en mis labios mientras algunas aves pasaban volando, flotando sobre la brisa del mar mientras el sol se desvanecía en un estrellado anochecer.

Una vez que mis pies estuvieron completamente fríos y el placentero tararear se detuvo, regresé a la habitación principal y cerré la puerta del balcón a mis espaldas.

Él había guardado las armas y sólo dejó afuera las que siempre mantenía consigo.

¿Todo limpio? ― me dejé caer en la alfombra frente al fuego y puse mis pies hacia la chimenea.

Sí, un par estaban dañadas ― sacudió su cabeza y noté una mancha de grasa bajo su ojo derecho, muy temerario ― Debo hablar con Luka sobre mantener su mierda en buenas condiciones ya que debes respetar tus armas y si no lo haces, no podes confiar en ellas ― se encogió de hombros ― Eso fue lo que mi papá siempre me enseñó, de todos modos nunca mis armas me dejaron en banda.

Se sentó a mi lado, el olor a aceite de arma de alguna forma era reconfortante y el fuego lamía los leños frescos, la savia crepitaba de vez en cuando y mis pies empezaron a descongelarse.

Me acerqué más, apoyándome en él.

Creo que Lukita está hecho de una madera diferente a tu familia.

Envolvió su brazo alrededor de mis hombros.

Creo que tenes razón.

A pesar de ser un poco distraído es bueno en lo suyo además es muy gracioso.

Se tensó.

Yo soy gracioso.

Me reí y lo miré.

¿En serio?

Lo soy ― apretó mi antebrazo.

¿Estás celoso?

¿De ese culiado? ― soltó un resoplido― Por supuesto que no, sólo estaba diciendo que yo también hago reír a las personas.

Asentí.

Eso es verdad, yo encuentro tus tarareos muy divertidos.

¿Mi tarareo? ― presionó sus labios en mi oreja y me estremecí.

Estabas tarareando mientras trabajabas en las armas.

¿Lo hacía? ― su mano se deslizó a mi cintura.

No tan rápido campeón ― me aparté y fui hacia la canasta ― Necesitamos comida y vos necesitas una ducha.

Gruñó.

¿Tenes idea de lo que me haces?

Miré sobre mi hombro y su mirada estaba pegada a mi culo.

Tengo una idea general.

Coqueto ― se estiró en el suelo, descansando sobre sus codos y me vió dividir lo que quedaba de nuestra comida.

Después de una rápida cena, Agustín se duchó y luego habló por teléfono con su mejor amigo, basándome en la conversación unilateral pude suponer que Javier estaba haciendo hasta lo imposible para encontrarnos. Cuando colgó, pregunté:

¿Y bien?

Mañana, vamos a tener que irnos.

Oh, qué lástima ― me metí a la cama mientras él pasaba la toalla por su cabello.

Nadie vió ni escuchó a Enzo en días y ese imbécil me pone nervioso, es un hijo de puta muy astuto ― se metió en la cama a mi lado y me acercó a su pecho.

¿Cuál es el plan?

Tengo algunas ideas ― pasó sus dedos de arriba abajo por mi espalda.

Pequeñas cosquillas pasaron por mi piel donde él me tocaba.

¿Cómo cuáles?

Hablaremos mañana al respecto ― besó la cima de mi cabeza ― Quiero disfrutar de nuestra última noche aquí.

Suspiré y miré los paneles del techo mientras el viento arreciaba afuera, silbando en el crepúsculo.

¿Por qué tanto misterio?

No es misterio, sólo necesito dormir ― deslizó su mano a mi cintura ― Y hablando de misterios ¿Ya confías en mí?

¿Lo hacía? Retrocedí un poco y lo miré a los ojos, luego descansé mi mano a lo largo de su mejilla. Lo había conocido por unos días pero en ese tiempo me había salvado la vida y prometido que me protegería a cada instante. La confianza no era algo fácil para mí; para nadie en realidad pero aquí estaba él, después de abrirme su corazón una y otra vez, preguntándome si podía hacer lo mismo. Contuvo su aliento, todo en él concentrándose en las próximas palabras que pronuncié.

Me incliné y lo besé, con un suave y gentil asentimiento.

Protector // GialenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora