El sol se desvaneció sobre la pintoresca ciudad, y me apresuré a revisar las órdenes restantes. Dos arreglos para un funeral al día siguiente y un gran ramo de rosas de un esposo infiel para su amante, me aseguré de dejar las espinas. Mientras ataba el lazo, miré por la vitrina de vidrio del frente hacia la tienda de herramientas cruzando la calle. Agustín estaba en el mostrador hablando con uno de los granjeros de la ciudad. Debió de haber sentido mi mirada sobre él porque me miró, con una sonrisa en sus labios. Su cabello rizado había crecido un poco, pero la apariencia relajada le quedaba bien.
Nos habíamos acomodado en un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba. Contándole a todos la historia de que éramos de Capital Federal y nos habíamos cansado de la vida en la gran ciudad. Saludé a Agus y froté mi vientre en crecimiento. Valentina parecía haber salido con el par de piernas más fuertes posibles, basada en lo mucho que le gustaba patearme, el santafesino había elegido el nombre, y lloré mientras pensaba lo feliz que sería mi hermana por el nombre.
Mi espalda baja protestó cuando Valu se acomodó, pero al menos sus pies no estaban golpeando ningún órgano importante.
Una vez terminé con el arreglo de rosas, lo dejé en el enfriador y apagué las luces. Cerré la puerta principal y crucé la tranquila calle principal, los edificios mostraban su edad, pero todavía estaban ocupados por una amplia variedad de comerciantes. El cálido aire de verano prometía parrilladas y perezosas caminatas en los campos cerca a nuestra casa antes que llegara el otoño. No me di cuenta de lo mucho que amaba la quietud hasta que nos mudamos acá pero encajaba con nosotros y nunca había sido más feliz.
Entré a la tienda, el olor a aserrín y aceite para máquina era pesado en el aire.
― Hola, amor ― Giay sonrió, con sus ojos verdes brillando cuando aterrizaron en mí.
― Bueno, supongo que mejor me voy a casa. Mi esposa se pone molesta si llego tarde a cenar ― el señor Scaloni estaba en el mostrador, con su característico mate del escudo de AFA.
― Gracias, señor Scaloni. Debería tener esa parte que necesita para el viernes. Lo llamaré.
― Gracias ― Lionel inclinó su cabeza en forma de saludo ― Un gusto verlo, señor Giay.
―¿Cuántas veces debo pedirle que me llame Valentín? ― sonreí y le di una palmadita en la espalda mientras iba hacia la puerta, con una bolsa de semillas en su mano.
― Creo que un par de veces más ― sonrió e inclinó su cabeza ― Buenas noches.
― Buenas noches ― cerré la puerta tras él, luego fui hasta el mostrador.
El ojiverde me miró, algo en su mirada era depredadora y me encantaba esa mirada.
― ¿Cómo estuvo el negocio de las flores? ― rodeó el mostrador y me llevó a sus brazos.
― Productivo, si los ancianos siguen muriéndose en la ciudad, deberíamos tener suficiente dinero para esa bañera que quiero.
― ¿Lo suficientemente grande para los dos? ― enterró sus labios en mi cabello, su cálido aliento envió el deseo disparado por mi cuerpo.
― Claro ― acaricié su más reciente tatuaje; rosas con tallos espinosos que crecían a un costado de su cuello.
― Me gusta cómo suena eso ― sus manos vagaron a mi culo agarrando mi camisa blanca de verano y me reí contra él mientras intentaba alejarme pero me mantuvo justo donde quería.
―Todavía son horas laborales, señor Giay ― le sonreí ― No quiere asustar a los clientes, ¿Verdad?
Miró la calle vacía.
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Protector // Gialen
FanficDesde el momento en que lo vi a través de la ventana de su florería, algo más que la oscuridad se arraigó dentro de mí. Valentín brillaba como un faro en un mundo que desde hace mucho tiempo perdió cualquier luz. Pero nunca fue para mí, un hombre qu...