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Días.

Habían pasado varios días, aunque para ser sincera no se cuantos, perdí la cuenta debido a la falta del sol.

Solo se que lo único que lograba escuchar de vez en cuando eran los gritos de Katniss, seguidos de sus pisadas perdiéndose por el pasillo desolado.

Ella tenía pesadillas casi la mitad del tiempo, gritaba el nombre de Peeta y luego si no lograba escabullirse hacia un lugar inhóspito o pequeño en el que esconderse hasta que finalmente la encontraban, me era posible oír como repetía una y otra vez lo mismo.

"Me llamo Katniss Everdeen, vivo en el Distrito Doce, estuve en Los Juegos y escapé, a Peeta no lo rescataron, él está en el Capitolio".

Siempre eran las mismas palabras, una y otra vez.

Hubo un día en el que me asomé para asegurarme de que estuviera bien luego de haber escuchado como llamaba a Peeta en sueños, me pidió que me quedara con ella al ver como un guardia pasaba frente al cristal de su puerta, observándola de reojo. Ese día le pregunté por que lo hacía.

De esa forma puedo saber que es real y que no.

Esa fue su única respuesta y para ser sincera, no necesitaba más.

Mi forma de corroborar mi cordura era trenzar mi cabello mientras repetía una y otra vez las palabras que Finnick me había dicho el día de nuestro "Casamiento".

"Yo, Finnick Odair, prometo amarte, respetarte y estar a tu lado, prometo que ni siquiera la muerte será capaz de separarnos. Prometo encontrar el camino hacia ti siempre y convertirme en tu refugio cada vez que lo necesites"

Ese era mi mantra.

Y Johanna. . . bueno, ella solo se dedicaba a insultar a cada persona que pasaba frente a su cubículo y que se negaba a responder a sus preguntas. Y pues, su manera de saber si algo era real allí era rompiéndolo, haciéndolo trizas.

No había hablado con ella aún, prefería atrasar un poco más aquello.

Hubo un momento en el que comencé a ser consiente de los momentos en los que me ausentaba de la realidad.

Había empezado como algo leve, algunos pocos minutos que no recordaba, pero, con el paso del tiempo y al oír los gritos de Katniss cuando esta tenía una pesadilla, todo empeoró. De repente me hallaba encerrada en una de mis propias pesadillas, aún estando despierta, donde nada era especialmente ameno.

Luego, solo regresaba, generalmente lo hacía cuando algún guardia me traía comida e incluso una vez fue la propia castaña quien se acercó a mi y comenzó a hablarme cautelosamente, moviendo un poco mi hombro y trayéndome nuevamente a la realidad.

Muy rara vez lograba dormir.

—Emily.

Me giré a ver a Katniss, quién me observaba desde la puerta.

Llevaba una bata blanca, se encontraba pálida, su maltratado cabello caía suelto cubriendo sus hombros, las ojeras adornaban sus ojos dándole un semblante desolado. Sus heridas estaba vendadas.

—¿Si?.

—Llevas varios minutos con la vista perdida— aclaró dando un paso al frente, ingresando finalmente a la habitación— Me preguntaba si estabas bien.

—Lo intentaste nuevamente hoy— dije evitando su pregunta— ¿Dónde te encontraron?.

—Una de las naves abandonadas.

Los Juegos del Hambre: Siguiendo al SinsajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora