+3+

265 24 16
                                    

Doblé hacia la derecha en uno de los tantos pasillos del subterráneo Distrito 13, encontrándome con las mismas paredes grises que llevaba viendo desde hace ya más tiempo del que podría contar.

Me sentía completamente encerrada en aquel lugar; y por si fuera poco, me había dado cuenta hacia ya unos días que alguien me seguía a varios metros de distancia, sin perderse ninguno de mis movimientos.

Acomodé mi trenzado cabello hacia un lado, aprovechando ese movimiento para observar por el rabillo del ojo a mi nueva sombra.

Iba a enfrentar a quien sea que me estuviera siguiendo; sin embargo, al ver a Katniss pasar frente a mi decidí posponerlo por el momento.

—¿A donde vas Niss?— llamé su atención, causando que se detuviera.

Ella elevó un papel arrugado que sostenía en su mano y me lo tendió una vez que se encontró a mi lado.

—Prim dijo que podría funcionar— señaló al ver como lo desdoblaba— Son condiciones, o algo así.

—¿Solo dos?

—Es lo único que quiero, lee el primer punto— insistió.

"Peeta y lo otros tributos, Seeder Fastolfe y Finnick Odair, serán rescatados en la primera oportunidad. Además, cuando Peeta sea liberado recibirá un perdón total y absoluto, y no sufrirá ningún castigo, al igual que los demás tributos".

Al acabar de leer aquella primera condición solo pude elevar mi vista hacia la chica frente a mi y sonreír al tiempo que trataba de no dejar que las lágrimas abandonaran mis ojos.

Sin ser capaz de decir nada, lo único que pude hacer fue abrazarla fuertemente, tratando de que con ese simple acto ella pudiera sentir lo mucho que le agradecía aquello.

—Gracias Katniss— susurré— No sabes lo que esto significa para mi.

—No tienes nada que agradecer.

La castaña asintió con una sonrisa de labios cerrados y dejó un leve apretón en mi hombro antes de despedirse y alejarse de allí.

Aún con una pequeña sonrisa en mi rostro avancé un par de pasos hasta quedar oculta por una de las paredes grises, una vez allí descansé mi espalda sobre esta y me crucé de brazos.

—¿Acaso no hay otra cosa que hacer en este lugar además de estar siguiéndome todo el día?—  dije  una vez que detecté a quién me había estado siguiendo a cada paso que daba.

Era un chico alto, de cabello cobrizo que caía alborotado, ojos verde oscuros que se podrían confundir con el negro, tez blanca, pecas esparcidas por su rostro y mandíbula marcada. 

Aparentaba unos 23 años como mucho.

Me observó con los ojos abiertos y cargados de pánico al verse descubierto, mientras que yo solo lo miraba elevando la cabeza debido a la diferencia de altura, aguardando tranquilamente una respuesta.

—Te estoy hablando a ti— insistí.

—Ehh yo— vi como pasaba saliva con dificultad— no estaba siguiéndote— negó evitando hacer contacto visual.

—Claro— me separé de la pared y comencé a caminar hacia él lentamente, sin descruzar mis brazos— Entonces que, ¿debo creer que casualmente estás en todos los lugares en los que yo me encuentro?— enarqué una ceja, deteniéndome a escasos centímetros de que mis brazos rosaran su pecho.

—No estoy siguiéndote— aclaró su garanta luego de que las primeras palabras salieran ahogadas— Solo hago lo que se me fue asignado.

—¿Seguirme?, ¿controlarme?, ¿acosarme?— incliné la cabeza hacia un lado— Tú dime, podría seguir intentando adivinar todo el día.

Los Juegos del Hambre: Siguiendo al SinsajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora