El crepúsculo se deslizaba con timidez por los rincones de la casa, pintando con susurros dorados cada mueble y superficie. Cristian, al entrar, sintió cómo la rutina del día se aferraba a su espalda, transformándose en una pesada carga que lo acompañaba hasta el umbral de su hogar. La luz, mezcla de naranjas y morados, intentaba penetrar en la morada, pero la tensión persistente bloqueaba su calidez.
Karen, un nombre que resonaba en su cabeza como una melodía melancólica, personificaba esa sombra que se cernía sobre su vida. A pesar de sus esfuerzos, se sentía impotente ante la espiral de melancolía que envolvía a su novia. Cada paso que daba resonaba con el eco de un deber incumplido. Sabe bien que su papel es el del acompañante, pero no puede evitar sentirse culpable de no poder ayudar a la mujer que -entonces- ama.
El silencio en la casa era tan denso que podía oír sus propios pensamientos, que lo arraigaban más en ese estremecedor sentimiento. Mira alrededor del living, y está todo exactamente cómo él lo dejó: el vaso de agua a medio tomar en la mesa ratona, los almohadones movidos y una campera suya en el respaldo del sillón que había dejado ahí porque en la mañana no hacía tanto frío. Karen no se había levantado.
El pasillo, iluminado por la lánguida luz del atardecer, se extendía como un corredor de emociones atrapadas. El mismo pasillo que recorría a diario ahora parecía alargar sus sombras para ocultar los secretos no dichos. Mientras caminaba hacia la sala de estar, una sensación de culpa lo invadió, como si estuviera dejando una parte de sí mismo en el umbral de la puerta.
Todo permanecía inmutable, como si el tiempo se hubiera detenido desde la mañana. La luz, antes cálida y acogedora, ahora se transformaba en un recordatorio de la ausencia de Karen. de su chispa. La sala de estar, con sus muebles silenciosos y cuadros que observaban en silencio, se volvía un reflejo deslustrado de lo que solía ser.
La habitación compartida, que antes vibraba con risas y murmuros de buenos días, estaba ahora envuelta en un silencio opresivo. Con pasos pesados, Cristian se acercó a la puerta entreabierta de la habitación. La misma puerta que solían cerrar para disfrutar de su privacidad, ahora se volvía un símbolo de la brecha entre ellos. No entendía muy bien por qué, pero esa brecha era cada vez más ancha, y le dolía.
La visión de Karen acostada en la cama, ajena a su presencia, lo golpeó como una ola de desolación. La cama, que solía ser un refugio compartido, ahora se convertía en un territorio solitario que ella no quería abandonar.
"Karen, necesitas levantarte", murmuró Cristian, tratando de contener la frustración mientras ingresaba a la habitación.
Sus ojos, antes tan vibrantes, estaban ahora fijos en el techo, como si buscara respuestas en las grietas invisibles. "¿Para qué?" su voz, apagada y desgastada, llevaba consigo el eco de días pasados sin propósito. ¿Para qué? Aquella pregunta que Cristian ansiaba responderle, pero que él tampoco sabía muy bien.
"Porque estar todo el día en la cama no te ayuda", dijo él, la paciencia deslizándose fuera de sus palabras. "Necesitas hacer algo, Karen. No puedes dejarte vencer así."
Ella se incorporó, y sus ojos finalmente se encontraron con los de él. "¿Dejarme vencer? ¿Te pensás que no estoy haciendo eso?" su voz, cargada de amargura, resonaba en la habitación. Le reclamaba, Cristian sin saber muy bien qué le reclamaba.
La atmósfera se volvía densa, como si estuvieran envueltos en una niebla de desesperación. "Lo intento, Karen. Pero no podes seguir así. Estoy haciendo todo lo que puedo para ayudarte, pero sos vos la que tiene que hacer algo, tenés que esforzarte para..."
"¿Esforzarme? ¿Crees que no estoy haciendo eso?" su voz, elevándose, dejaba escapar la tormenta contenida. "No entendes lo difícil que es para mí." Se le desprenden de sus ojos almendrados gotas de llanto que Cristian detesta ver, más si es por su culpa. "Pero claro, el señor está tan ocupado salvando el mundo que no puede ver que aunque me esfuerce no puedo."
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ANDRÓMEDA: cutison
FanfictionHeungMin ha estudiado letras, y aún así, muchas veces no sabe qué decir.