descubrir

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En medio del silencio que siguió a la llamada, Cristian quedó de pie, sosteniendo el teléfono en la mano mientras procesaba la sorpresa de la invitación. Un nudo de emociones se instaló en su estómago, una mezcla de nervios y anticipación. 

Decidió cerrar los ojos por un momento, permitiéndose sumergirse en la idea de la velada que se avecinaba. El sonido de la ciudad, las luces parpadeantes, la brisa nocturna que anunciaba la llegada del verano; todo contribuía a la atmósfera de lo que estaba por venir.

Después de unos minutos, recompuso sus pensamientos y regresó al trabajo. La rutina del cierre del local le dio tiempo para reflexionar sobre su situación actual. Se puso la mejor ropa que tenía a mano; camisas y pantalones lo suficientemente aburridos y monótonos. Se miró al espejo en el baño como por tres minutos ensayando la forma en la que saludaría al hombre que lo había tenido suspirando desde aquella otra noche.

Finalmente, llegó el momento acordado. Cristian salió del local y se quedó en la vereda, mirando hacia ambos lados de la calle. La ciudad parecía más vibrante, e incluso más bella. No pudo evitar disociar, a esas horas San Telmo se pintaba de un lindo filtro rosado que aunque duraba poco era realmente mágico.

Pronto, un auto se detuvo frente a él, y la ventana se bajó. HeungMin le sonrió desde el asiento del conductor, y Cristian no pudo evitar devolverle la sonrisa casi por inercia.

"Subite, morocho" dijo HeungMin, con un brillo juguetón en los ojos.

Se dio la vuelta y con una sonrisita tímida abrió la puerta para sentarse en el asiento de copiloto. Murmuró un "qué haces" como para saludarlo, y el pelinegro rápidamente atinó a besarle la mejilla como tradicionalmente se suele hacer. 

"Disculpá mi ausencia repentina, tuve un problema familiar. Pero por suerte, ya está todo solucionado" le dijo mientras buscaba su celular en su campera de jean. "Tomá" le indicó, asomando el objeto a sus manos. "Poné algo que te guste".

La confianza que se le había expuesto lo dejó un poco descolocado, en especial cuando -al tratar de cumplir con la orden- se le presentó un pin de contraseña. 

"Flaca no me claves, uno, dos, tres." Casi que le ordenó. Cristian le hizo caso, y pudo adentrarse a su galería de música. Le extrañó un poco encontrarse con un disco de Las Pelotas, pero aún así el auto se inundó en Será mientras comenzaba a recorrer las calles de Buenos Aires, donde siempre hay noches mágicas.













"Ayudame, loco."

El wasabi le había ocasionado un ardor inexplicable, pero ¿Cómo no hacerlo? Si toda su vida había vivido a base de carne y ensalada rusa. De picante no sabía nada. Tosía y sentía cómo se ponía rojo. Al frente suyo HeungMin lo miraba con un vaso de agua entre las manos, esperando a que por arte de magia se calmara.

"Comé algo, tonto."

Cristian asintió, tratando de apaciguar el ardor con algunos bocados de kimchi y gimbap. La risa resonaba en la habitación, creando una conexión más allá de las palabras. Entre sorbos de soju y sabores intensos, la conversación fluyó hacia terrenos más personales.

ANDRÓMEDA: cutisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora