Inevitable

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Volvimos a casa para Navidad, Poché, Vale, Nico y yo. Vale estaba muy ilusionada con Nico. En Navidad fui a cenar con mis padres hasta que ellos salieron con unos amigos.

Estaba con mi pijama en mi habitación viendo una película, Vale estaba en su casa y Sam estaba de fiesta también. Me levanté cuando escuché un ruido en mi ventana. Abrí las cortinas para encontrarme con Poché sonriéndome apoyada en el árbol frente a mi ventana.

- ¿Qué haces aquí? – la cogí del brazo para ayudarla a entrar.

- Es Navidad... y he visto que había luz en tu habitación, quería ver si estabas bien.

- Creo que me estoy resfriando – le sonreí sentándome en la cama.

- Quería darte algo – dijo mientras rebuscaba en el bolso para darme un sobrecito morado. – Feliz Navidad. – ella hizo que lo cogiera. – Es una tontería, ya verás. – empecé abrir el regalo ilusionada. – Siempre me dices que te gustan mis pulseras y el otro día vi esta y me acordé de ti. ¿Te gusta? – me levanté y la abracé susurrándole un "gracias", cuando nos separamos me sonrió mirándome de arriba abajo. - ¿Estabas viendo una película?

- Puedes quedarte si quieres y la terminamos.

Me metí de nuevo en la cama y le dije que viniera conmigo. Al principio estábamos simplemente sentadas al lado de la otra, pero nuestros cuerpos se fueron acomodando, terminé apoyada en su hombro rodeando su cintura, acariciando un poco de piel que asomaba entre su pantalón y su jersey, era tan suave... su mano estaba entretenida en mi pelo, cerré los ojos disfrutando de su caricia impregnándome de su olor.

Ambas seguíamos viéndonos los viernes, cuando salía de casa de Sam, daba igual la hora que fuera, daba igual si acababa de tener sexo con Sam. Vale pensaba que me quedaba a dormir con Sam y Sam pensaba que volvía a casa, cuando lo que hacía era dormir en la misma cama con la peliazul.

Vivía angustiada, porque me gustaba Sam, estaba muy bien con ella. Pero Poché... no sabía cómo estar sin ella, dentro de mí sabía que había algo más, algo muy fuerte que ninguna esperábamos que sucediera.

Me abrazaba para dormir, las caricias que me dedicaba, era muy tierna. Y aunque me costaba admitir que eso estaba mal, algunas de esas noches habíamos compartido besos. Besos que iniciábamos las dos, besos suaves y lentos, besos que regalábamos a la otra durante la noche.

Me encantaba escuchar como latía su corazón cuando me apoyaba contra ella, justo como en ese instante, notaba su piel erizarse bajo mis dedos porque decidí mover mi mano acariciando su espalda o moviéndome hacia su vientre. Mi cuerpo se acercó a ella, deslicé una pierna sobre la suya y noté sus dedos apretando mi hombro. Ella me deseaba tanto como yo a ella, decidí apretar mi entrepierna en su muslo, escuchándola suspirar mi nombre.

Su mano acarició mi cuello y yo levanté mi cabeza para mirarla, estaba seria y nuestros rostros muy cerca. Me acerqué y acaricié su nariz con la mía sintiendo como entreabría sus labios, nuestros labios se unieron como siempre lo hacían, sin poder evitarse. Su mano se aferró a mi nuca acercándome y mi cuerpo se volvió a mover para quedar sobre ella. Mis manos estaban sobre sus mejillas, y nuestros labios profundizaron el beso.

- Espera... espera... - la escuché hablar entrecortada.

- No, por favor, no paremos.

- ¿Y tu novia? – Poché aún no sabía quién era, pero... me gustaba tanto. No supe que contestar, simplemente la besé.

- ¿Aún te mueres por tocarme? – susurré contra su boca.

- Joder... claro que sí. – susurró ella también.

La Hermana de mi Mejor AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora