Anlieese y Rupert viven en el Distrito 9. Rupert lo tiene todo: un padre, una madre, y dos hermanas que lo adoran. Anliesse no tiene nada desde que su abuela murió. Salvo a Rupert. A pesar del hambre y la sed que se pasa en el distrito, sus vidas n...
La primera cosecha en televisarse fue la del Distrito 1. El edificio de Justicia estaba mucho más modernizado ahí, y las ropas que llevaban los habitantes eran mucho mejores que las nuestras.
La escolta, vestida completamente de dorado, llamó al tributo femenino, pero antes de que las cámaras pudieran enfocarla, una chica se presentó voluntaria. Estaba claro que iba a ser la favorita. Su nombre era Claudette Shall, una joven de diecisiete con cabellos platinados tan lisos que al principio pensé que eran una peluca. Tenía unos ojos entre azules y verdes, un color que no había visto nunca, y la piel moteada de pecas. Sin duda, la genética en el Distrito 1 era buena. Pero su belleza no era lo único que resaltaba de ella, sino su alta estatura, cuerpo atlético y una personalidad encantadora.
Después llamaron al chico. Al cabo de dos segundos, un joven llamado Ferro ya se había presentado voluntario. El también era alto, de facciones muy marcadas y cabello dorado. Otro bombón para el Capitolio.
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Luego pasaron al distrito 2. El escolta iba vestido de un blanco reluciente. Como en el 1, en cuanto llamaron a los tributos se presentaron dos voluntarios: una chica llamada Immelde de dieciocho años que sabía en lo que se estaba metiendo. Ella tambien era alta, tenia el cabello negro y largo, y una mirada de pocos amigos. No me gustaría pelear con ella en la arena. Y luego estaba el chico.
Otro guaperas más. Pensé.
Su nombre era Viktor. Parecía un tipo serio, que no sonreía pero tampoco ponía mirada de asesino.
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Después vino el Distrito 3, donde se empezaba a ver la diferencia. El Distrito 3 no era de los distrito más pobres, pero tenía entendido que tampoco estaban muy bien alimentados. Una chica llamada Minerva salió cosechada. Estaba nerviosa y no dejaba de temblar. Tenía quince años. El chico se llamaba Acer. Era alto, pero estaba tan delgado que parecía que el viento se lo podía llevar en cualquier momento.
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