quatre

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Enero de 2020

Enzo estaba sentado fuera de la práctica con River, empapado en sudor por el calor que hacía. Se suponía que su dichoso mejor amigo lo vendría a buscar porque iban a almorzar juntos, pero había pasado una hora desde que salió y no aparecía. Intentó llamarlo y mandarle mensajes, pero tampoco le contestaba. Cuando estaba dispuesto a pedirse un uber para poder irse porque ni su auto se había traído (ya que Marcos lo pasaba a buscar), al lado suyo se sentó Marcelo Gallardo.

— ¿Qué hacés acá, Enzo? — preguntó el muñeco mientras usaba el celular. A Enzo le molestaba que le hablaran usando el celular. Sentía que así no tenía ni la mínima atención, dijera lo que dijera.

— Esperando que me vengan a buscar, creo que se le olvidó — respondió simple, mientras revisaba sus notificaciones por si su amigo se le ocurría aparecer. — ¿Vos qué hacés?

— ¿Marcos te viene a buscar? Siempre lo veo. Yo me quedé hablando con uno que andaba por ahí, ¿sabés cómo soy si me dan cuerda? — Por fin, se dignaba a dejar el celular, pero ahora mismo no estaba para una conversación. Estaba con hambre, calor y de mal humor por el pelotudo este.

— Se supone que sí.

La conversación murió ahí. Después de unos minutos, a Marcelo le llegó una llamada que contestó con la sonrisa más grande que vio y al son de un "Amor, ¿me venís a buscar?" La última vez que lo vio tan feliz fue en diciembre de 2018, así que supone que esa persona que lo llamó es importante para él.

Seguía enojado, y ahora se sentía solo. Se levantó dispuesto a irse al fin, abriendo la app de uber, pero enseguida le llegó una llamada de un tal "Marquitos🤎". Pensó en no contestarle nada e irse a la mierda, pero recapacitó y le contestó.

— Gordo puto, ¿te olvidaste? Hace una hora te estoy esperando. — Bueno, en realidad no recapacitó, contestó para putearlo. Las palabras salieron ásperas cual dagas, y en parte Marcos se preguntó dónde quedó su amoroso amigo.

— Hola, buenos días solecito, ¿a dónde de tan buen humor? — Marcos tiró un chiste a ver si la situación se mejoraba, pero al no recibir ni una risa, sabía que no había como remarla. En realidad, entendía a Enzo, él también se enojaría. — Me dormí, nene. Perdóname, estoy a unas cuadras.

— Qué buena tu vida, no entrenás, dormís hasta la una de la tarde. Cuando sea grande quiero ser como vos. — Ahora no sonaba tan mal, y en parte Marcos se alegró de que sea así. No quería ir a comer con el otro de mal humor porque se pone más pesado que guiso de porotos, y él sin ni un café arriba lo iba a mandar a cagar. — Estoy cagado de hambre, así que apúrate.

— Sí, señor, a sus órdenes.

Ambos rieron y Enzo cortó mientras intentaba ver el auto de Marcos. El auto era reconocible a gran distancia, era de un naranja tan fuerte que cansaba los ojos verlo. Enzo lo odiaba, pero eso no lo tenía que saber nadie. En cuestión de segundos, el auto apareció enfrente tuyo, estacionando y abriendo la puerta del copiloto. Dentro se podía ver a Marcos sonriente, con lentes y una remera estilo basketball de un equipo que desconocía. Se le marcaba todo, y esos brazos tan grandes y llenos de tatuajes que tenía el otro se dejaban ver por completo. A todo esto, Enzo no pudo evitar verlo de arriba a abajo, mordiéndose el labio. No podía dejar de pensar en lo lindo que se veía así y que ojalá lo de vuelta como una media.

— Enzoote mío, qué bien te queda esa pilcha. — El menor tanteó las aguas para ver si seguía de mal humor. Cuando escuchó la risa y lo vio acercarse, supo que no. Al momento que estuvo más cerca, no pudo dejar de pensar en la imagen tan caliente que Enzo proporcionaba sin siquiera molestarse o inmutarse, chorreado de sudor y con esa cara de malo que no se la compra nadie.

Los infieles [Enzo Pérez x Marcos Rojo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora