Marcos siempre había sido complicado, lo sabía desde que eran amigos, y no había ninguna confusión por parte de ninguno. Lo supo desde la primera vez que lo vio, cuando lo ascendieron a entrenar con el plantel de primera en aquel lejano 2008. No era porque fuera mala onda o lo que fuese, sino por lo lejano que se mantenía a lo emocional.
Tenía un talento nato, superior al promedio por escándalo, y jugaba cada pelota como si fuera la última. Eso fue lo primero que le llamó la atención, el esfuerzo que ponía para sacar su mejor versión, hasta en un entrenamiento. Lo daba todo, no importaba qué, pero de todas formas siempre parecía insatisfecho con su rendimiento, aunque fuera perfecto. Tenía la energía, esperanza y picardía propias de un pibe de 17 años, lo hacía calentar de tantas maneras cuando se ponía a tirar lujos innecesarios, pero los aceptaba porque sabía que era la forma en que Marcos buscaba impresionar y ganarse el lugar. Se notaba que el fútbol era algo que amaba -su primer amor- y estaba decidido a ser jugador profesional, aunque probablemente estaba impulsado por la necesidad de colaborar en casa o cumplir algún sueño fallido de su familia.
Más allá de los pocos datos que vagamente alguna vez Marcos mencionó al presentarse, no sabía mucho más. Marcos Rojo, 17 años. Mamá, papá, hermanos. Nacido en La Plata e hincha del "Pilcha", como mandaba la ciudad. Después, solo detalles futbolísticos y físicos: zurdo, zaguero, buen juego aéreo, alto, aunque con un cuerpo algo menudo para el tipo de defensa que aspiraba a ser, pero con la seguridad de que lo lograría. Líder por naturaleza. "Lindo, misterioso", había querido agregar cuando lo analizó junto al DT.
Apenas conocía su voz. Mientras todo el entrenamiento estaba lleno de risas, gritos y la energía propia de un equipo unido, él no era parte de eso. Se mantenía alejado, serio, concentrado y centrado en su objetivo: ganarse el puesto, debutar en primera y de ahí para arriba. Respondía con monosílabos y nunca se extendía mucho cuando no podía usarlos, así que intentar hablar con él era inútil. Se mostraba serio, comprometido, y varias veces rozaba lo forro.
No permitía una relación más allá de lo estrictamente profesional: jugaban juntos y punto. No eran amigos ni conocidos. Compartían club y competían por un lugar en el once titular cada fecha. Nunca entendió por qué estaba tan reacio a hacer amistades o simplemente a socializar. Intentó hablarle, acercarse, pero no hubo caso. Siguió insistiendo, y el resultado seguía siendo el mismo.
Quizás esa complejidad fue lo que más le atrajo. El hecho de que era un desafío. Era carismático y simpático, hacer amigos se le daba fácil, y entablar conversación, más. No era por agrandarse, pero siempre había sido así: abierto, alegre, con siempre algún tema o chisme para compartir, o un chiste que contar. Seguramente a veces llegaba a ser demasiado intenso, pero intentaba estar siempre de buen humor, y si podía influir en el humor de alguien más, lo hacía sin dudar. Que a Marcos no le interesara ser su amigo no lo molestaba, lo consideraba un desafío. No entendía por qué, nunca se había tenido que esforzar tanto para socializar con nadie. Lo único que lo consolaba era saber que no era algo personal.
Había días en que Marcos ni siquiera lo miraba, y con el paso de las semanas seguía igual. Escapaba de cualquier relación más cercana y se mantenía distante. Incluso, había respondido mal varias veces cuando lo agobiaban. Era difícil entender su complejidad, y no quería sacar conclusiones erróneas, pero estaba claro que algo se escondía detrás de esa frialdad casi mecánica. Le daba miedo que el otro se sintiera mal o solo. Sabía lo que era esa sensación, la de creer que nadie te va a entender y decidir alejarse de todos. Era una decisión solitaria, pero la más convincente cuando se está en soledad absoluta.
En uno de esos días en los que Marcos claramente estaba con la cabeza en otro lado, erró un pase simple durante un ejercicio. Algo tan raro que hasta el entrenador perdió la paciencia y le gritó frente a todos. La bronca en el vestuario fue inmediata, pero lo que más le llamó la atención no fue el grito, sino cómo Marcos bajó la mirada, como si llevara el peso del mundo sobre los hombros. Allí estaba, sentado frente a su locker, con la cabeza gacha, mientras el resto del equipo seguía con lo suyo, ignorándolo. Quizás porque Marcos había hecho un excelente trabajo alejándolos de él. Entonces pensó que seguramente necesitaba compañía y se acercó. Grave error.
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Los infieles [Enzo Pérez x Marcos Rojo]
Fanfiction "-𝑆𝑖 𝑡𝑎𝑛𝑡𝑜 𝑙𝑎 𝑎𝑚𝑎𝑠, ¿𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒́ 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛𝑚𝑖𝑔𝑜? -𝑇𝑒 𝑎𝑠𝑒𝑔𝑢𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑎𝑚𝑜 𝑚𝑎́𝑠 𝑎 𝑣𝑜𝑠" ➣Inspirada en la canción de Romeo Santos (Aventura) con el...