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Las vacaciones eran su parte favorita, drenaba todo su estrés. Estás, justamente, habían sido planeadas hace mucho tiempo, hasta antes de pelearse con Marcos. Este año en especial se las merecía más que cualquier otro año, aunque originalmente quería ir con su amigo, es más, iba a ser su regalo de cumpleaños. Ellos dos, unas vacaciones juntos como hacen mucho no tenían, y que querían compartir hace mucho tiempo. No era de viajar mucho, ni mucho menos a otro país, así que decidió ir a Bariloche unos días a disfrutar tranquilo, ahora en vez de ir con su mejor amigo, iba con Flor, Santiago y Pía. Con lo más lindo que tenía en el mundo. 

 Para cuidar su privacidad, eligió un hotel no tan popular y medio, alejado de lo que vendría a ser 'el centro', por eso se sorprendió al ver a Marcos con su mujer e hijos sentados en el restaurante del hotel, en la mesa de al lado. Sus hijos, para su mala suerte, cuando vieron a su tío salieron corriendo a saludarlo, él solo hizo una mueca y vio a Flor, ella le devolvió una mirada casi que apenada. Sintió unos brazos en sus pantalones, y al bajar la vista encontró a Luna tirándole la ropa mientras repetía "Tío Enzo, tío Enzo". Él solo sonrió y le hizo upa, saludándola y dejando un pequeño beso en la frente de la pequeña. 

 —Te extrañé mucho, tito Enzo.-Le lleno el alma de ternura, esas simples palabras de la hija de Marcos, parecía la ternura en persona. Viéndolo con esos ojos grandes y brillosos, llenos de sentimiento por él. Realmente la quería muchísimo, a todas. 

 Sonrío enternecido y se acercó a la mesa. Flor ya estaba sentada hablando con Euge, y Morena y Martina al verlo se acercaron a saludarlo casi que instantáneamente, con la misma felicidad que Luna. Ambas le repitieron que lo habían extrañado mucho y se sintió mal por eso. Levanto la mirada de las pequeñas y pudo ver a Marcos hablando con Pía y Santiago, los dos se veían tan felices, y Marcos le sonreía de igual forma. A veces le molestaba que le gustara tanto como se veía él con sus hijos, y lo mucho que lo querían, que solo tenía semejanza al amor y calidez de padre e hijo. Cruzaron miradas cuando Marcos se sintió muy observado, y le sonrío achinando los ojos. Sonriendo tan grande, tan especial, y tan para él. Se sintió como aquella noche en Brasil.

 —Hola, Enzito. ¿Me estás siguiendo?— No pudo evitar reír, y por él, supuesto, bien de su familia se quedó comiendo con ellos. En realidad quería quedarse con Marcos y así le quedaba más dignidad que si venía solo.Jugo un rato con las hijas de Marcos en lo que llegaban a pedirle la orden, intercambiando las más mínimas palabras con los padres de las nenas. No porque no quisiera, sino porque habían acaparado toda su atención, además como le sonrío Marcos lo puso nervioso, le recordó viejas y buenas épocas.

 Después de su pedido, y que al fin llegará, todos se dispusieron a comer. El tiempo iba pasando, y la mesa se iba vaciando, tanto que al final solo quedaba Flor. La miró casi rogando que se quedara, ella solo sonrió negando. 

 —Me voy. Tienen cosas que hablar ustedes.— Aparto la silla, se levantó y se fue. A lo lejos pudo ver como se iba con sus hijos, las hijas de Marcos y Eugenia, anda saber donde, pero Flor se veía tan cómplice junto con sus hijos que le preocupaba un poco.

 Verifico un tiempo que el plato efectivamente estaba hecho de plato, y que el vaso estaba hecho de vidrio hasta que sintió la presencia y el perfume tan varonil más cerca de lo normal. Sabía que era Rojo, y sabía la razón por la cual se acercaba, por eso ni levantó la mirada. Su vista fue del plato al vaso, y del vaso al plato. No quería ver otra cosa, ni hacer otra cosa. Se cruzó de brazos cuando sintió la tensión en el aire.

 ¿Y si se lo comía, y después desaparecía como la última vez que sintió tanta tensión? Bastante lógica la idea, pero eso implicaba cruzar miradas con Marcos y estaba seguro de que si lo miraba se iba a prácticamente derretir. 

Los infieles [Enzo Pérez x Marcos Rojo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora