Un golpe fuerte se escuchó al final de la oscuridad. Sus ojos eran cegadoramente atacados por los rayos de la luz que se colaban bajo la imagen de Katniss Everdeen, la poca sombra que hacía está joven no bastaba para cubrirlo, y proteger sus orbes, las hebras de su cabello eran tan finas que el sol podría atravezarlas. Un brillante sufrimiento que quemaba sus ojos obligando a apretarlos y abrirlos poco a poco nuevamente, algo entrecerrados tratando de enfocar bajo lo cegador y el mareo de golpearse la cabeza. Estaba dolorido.
El peso sobre él pronto se removió dejandole recuperar el aliento cuando se levantó, era tan pequeña la figura de Everdeen que se escurría fácilmente, como una serpiente enredándose en su propio cuerpo como si solo fuera la rama de un árbol, con su pierna entre las suyas, solo sus muslos cubiertos de la tela separandolos.
Su llamativo vestido se deslizaba sobre él, la suave sensación que proporcionaba y el ligero pero presente peso sobre sus piernas hicieron que sintiera un sutil escalofrío recorrer su espalda. El calor en su rostro aumentaba no solo por el deslumbrante sol al recordar está sensación familiar como el cosquilleo en su abdomen, como la conocida sensación de bochorno al desnudarse frente a alguien.
La boca se le seco, pero antes de mirar encontrarse el rostro de Everdeen por fin con claridad la muchacha ya no estaba a su lado.
Se giró un poco en el suelo, apretó los ojos por última vez, obligándolo a reaccionar por completo antes de levantarse. Reparó pronto en lo indispensable: su imagen; No tenía miedo ahora, ni duda para dar inicio al show, lo único que debía cuidar era la apariencia antes que las cámaras lo apuntaran como el chiquillo colado de la academia.
Se sacudió un poco por allá y por acá, su postura erguida y envidiable por su indiscutible clase no hizo falta.
Ahora, el toque final: su rosa salvaje.
¿Dónde estaba?, ¿Everdeen?
Miro a su alrededor y su expresión de confusión compenso la ausencia de sorpresa por la primera vez que estuvo aquí. Pero no fue el paisaje, no fue el clima, no fue nada de eso lo que lo dejo sin pronunciar palabra, al menos dejándolo con solo tres conocidas:
— ¿Lucy… Lucy Gray Baird?
Ahí estaba, había encontrado a su pájaro cantor. Junto a ella estaba la proyección de su propia imagen, todo como la primera vez que estuvieron aquí, pero lo veía en tercera persona. Ella continuaba con el guion establecido del destino: presentándose ante los espectadores. Podía divisarla tan lejos y tan cerca, aproximadamente a 20 pasos de distancia, su ropa, su pelo, su figura, su piel oliva de la cual deseaba poder haber robado cada espacio hasta descubrir todos los subtonos que le guardaba al verdadero dueño de su corazón: alguien que no era ese maldito estorbo del distrito 12 que la trajo aquí en primer lugar, sino él, únicamente él.
Ahora, de verdad su boca había quedado seca.
Ella se encontraba hablando y creando vínculo con aquella pequeñita del capitolio detrás de los barrotes de su jaula. Con el mundo admirando como una bestia feroz actuaba como un dulce cachorro de felino, también algunos otros como Sejanus y sus ideales la reconocían como lo que siempre fue: un ser humano, parte de ellos.
Estaba mareándose, imaginando como la atrapaba contra las rejas, la tomaba y frente a cualquier cámara reclamaba con agresividad y pasión desbordando su boca y cada suspiro desesperado por más o algo de piedad, con besos y mordidas que dejarán sus labios hinchados si no es que sangrando. Sus manos sujetándola: una en su barbilla para que viera como no era capaz de pertenecer a nadie más, evitando que su mirada se apartará de la suya, ya sea en su pasado, presente o futuro siempre será de Coriolanus Snow y otra sujetando la mano de Lucy, apretándola tan fuerte o incluso dejando de lado está opción: posándola en su cintura, ubicada mejor en su espalda baja para manter sus cuerpos unidos como un par de complementos embonando a la perfección. Sin necesidad de desnudar su cuerpo hacerle sentir como su piel se funde a la suya. Su cuerpo ejerciendo tanta presión al suyo, que estuviera por matarla, al dejarla sin un solo respiro.
— Lucy Gray. — La llamo aún cuando la fantasía era tan pasional con una voz que se había quedado atascada en el nudo de su garganta para luego reponerse con la determinación del corazón y estallar. — ¡Lucy Gray!. — Se quedó quieto, esperando que lo escuchará y se acercará por decisión propia, temeroso que como aquellas aves cuando no tienes ganada su confianza: al dar un solo paso a ellas volarán, haciendo que la imagen materializada se desintegrará.
— ¡Lucy Gray, por favor, vuelve a mi!.— Extendió la mano a ella con lentitud pese su alterada suplica. Estaba sofocándose. — Me equivoqué y te mentí. — Como si su único pecado fuera ese y no que con su vida representaba la traición a todos sus cercanos.
—Yo lo mate, yo mate a ese pobre y estúpido Sejanus, yo lo mate. Pero tú no tienes que sufrir. Podemos solucionarlo, tengo el plan perfecto.
“Para que siempre seas mía y yo tuyo.”
— No hay que sacrificar lo nuestro para conseguirlo todo, te lo prometo, encontraré el modo una y mil veces para triunfar y estar a tu lado.
Junto a su amor, y el poder. Junto a su amor y Lucy Gray.
Entonces noto que la chica miro de reojo, su sonrisa actoral se desvaneció y con una expresión difícil de descifrar poco a poco se giró, ignorando a la audiencia y prestando su atención por completo a Coriolanus, esa mirada por fin tenía sentido: esperanza, compasión y lastima.
El corazón de Snow empezó a acelerarse como nunca antes y en sus ojos el brillo de la esperanza por conseguirlo se asomaba.
—Solo entrégate a mi, vuelve. No tienes que escapar.
Lucy empezó a avanzar, con un pie delante del otro, con gran lentitud y cuidado, como si caminara en una cuerda floja que llegaba hasta Snow y de igual forma empezó a extender su mano, sus dedos, buscando alcanzarlo.
— Lucy Gray, te amo. —Pero sus palabras tuvieron un efecto contrario al esperado.
La artista freno su andar, a solo 5 pasos más.
Carajo, la cabeza volvió a doler como si fuera nuevamente golpeada contra la tierra y por un momento sus ojos de igual forma ardieron. Cubrió con su pulgar e índice sus párpados volviéndolos a abrir con prisa, sin desear perder la vista un instante más de su pájaro cantor que estaba a nada de capturar, pero todo fue peor.
Un instante, solo un instante pudo divisar como la expresión de Gray se tornaba sombría, era lo único que veía: triste, y de la nada llena de rencor. La luz predominó de un origen desconocido en el escenario y cerro los ojos por reflejo antes de que fueran derretidos.
Entonces las manos de su enamorada por fin lo alcanzaron, pero no entrelazó sus dedos con los suyos. En su lugar lo empujaron a la tierra una vez más pero no sintió peso sobre él, en vez de eso, cuando se levantó de prisa por la adrenalina y pudo nuevamente observa su alrededor su entorno había cambiado.
Bajo él, con sus palmas sintiendo la tierra reconocía el lugar de sus constantes pesadillas pero las sensaciones eran más vividas que nunca. Apretándo la tierra un poco noto cada parte de su textura: era húmeda, era barro, y algunas cuantas hojas secas mezcladas con otras sorprendentemente llenas de vida pero que al final se habían rendido frente a la previa tormenta y colosales vientos que las azotaron para así acabar en su destino: tiradas, esparcidas en el suelo, mezclándose entre las más viejas y débiles. Aceptando su muerte.
Árboles grandes, hojas secas.
Coryo no podría estar en paz, sus pupilas se encogieron y el canto del sinsajo con la versión más distorsionada de la “melodía” del árbol del ahorcado lo atormentó.
— Basta, Lucy Gray. ¡Basta!
Las hojas a su alrededor empezaron a moverse, creando como un remolino que lo rodeaba con intensión de extinguir su aire que a bocanadas no conseguía. Parecía que cada débil hoja trataba de cortarlo, ofreciendo una magnífica como aterradora visión.
Por un momento se cubrió los oídos con los brazos, tirando en desesperación de sus hermosos cabellos. Harto, desesperado
La desesperación en él se presentaba mediante la furia, el temor no se expulsaba de su cuerpo. Las venas en su brazos se marcaron y cuando bajo las manos indispuesto a seguir huyendo palpo algo frío, duro pero bien conocido.
Una sombra se asomaba detrás de las hojas, en defensa propia tomo aquello que era un rifle y con su forma determinada y varonil apuntó, se preparó y disparo sin vacilar
Mientras la bala salía podría asegurar vio la imagen de … ¿Sejanus Plinth?
No había bajado ni un solo instante su arma, pero estaba atento. Las flores cayeron solo para revelar se trataba de Lucy Gray, una moribunda y sangrante del pecho Lucy Gray.
El aire volvía a faltar. Lo había hecho otra vez.
Sin poder creerlo pero completamente dispuesto soltó el arma y atrapó en sus brazos el cuerpo débil de su chica de vestido colorido, tiñiendose ahora de un rojo realmente vivo y llamativo.
Con una mano procuro detener el sangrado, desesperado sin encontrar punto fijo entre su pecho o sus ojos.
— Quédate, quédate, si te quedas conmigo todo estará bien.
Su voz temblando era suave, queriendo convencerla de vivir, como si eso dependiera de ella.
Abrumado por el momento Coriolanus no se percató como los labios de Lucy Gray formaron unas palabras.
“ … … mal, … nuestro … … … matar”
— ¿Qué? No te entiendo, Lucy Gray, no te entiendo.
Susurro cerca de su rostro.
Apretó su labio con fuerza, a punto del sollozo, más bien: en el. Pero Snow no se había percatado como sus lágrimas ahora caían sobre los ojos de la muchacha, haciendo parecer con su propio llanto que quien lloraba era ella y así lo había considerado todo este tiempo.
Era el fin, lo había vuelto a hacer.
Con ningún otro calor más que el de su mano empapada ahora en la tibia sangre Snow lo reconoció.
Sus labios temblorosos y húmedos cobijaron los suyos en un beso no correspondido, pues la vida se le había ido, a Snow se le había ido nuevamente la vida de Lucy Gray por sus dedos, pero era necio. Como si el beso de verdadero amor pudiera revivirla, como en esas fantástica historias que le cantaba su madre y le contaba Tigris en los días oscuros, Snow se hizo ignorante teniendo fé a ello. Su mano soltó su pecho y se poso en su hermoso rostro, acariciando con una gentileza su mejilla mientras dejaba en su paso un camino de sangré.
— Está bien Gray, puedes llevarte mi corazón. En este mundo, en mi destino, no es algo que necesito. — Susurro a un par de milímetros de su boca sin aliento.
Dió una última caricia antes de cerrar con su mano bañada en sangre los ojos de Lucy Gray y cerrando los suyos le robó un último beso a la muerte.
Los pájaros volvieron a cantar pero cada vez su sonido se distorsionaba más, no obstante él estaba en paz.
Tanta paz. Una desconexión total a las emociones.
"¡Coriolanus, reacciona!"
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EL CANTAR SIN VERSO DE LA NIEVE Al LLEGAR INVIERNO - CORIOLANUS SNOW ¿HAREM?
FanfictionViajes en el tiempo y destino incierto. Lo unico certero es el reencuentro con la venganza lista para dar pie a su limbo así en la tierra como en el infierno: Katniss Everdeen. Bajo la sed de poder ¿Podrá despertar un nuevo sentimiento enlazado a la...