Peor enemigo.

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Sientes que el mundo avanza,
pero tú no.

Permaneces perdida,
quieta,
atrapada en una corriente dónde todos nadan,
pero tú te ahogas.

Quieres salir,
chapotear,
flotar a tu propio ritmo,
ver qué hay a través del mar (de dudas).
No puedes,
eres incapaz de llegar a la superficie para respirar.

Después,
cansada de boquear,
te das cuenta que tienes una mano sujetando tu cabeza,
empujándola hacia abajo.
Y no es una mano ajena.
Eres tú siendo tu peor enemigo.

Pequeñas catástrofes con final (in)feliz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora