Lluvia.

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—Mírame —ordena apretándome el mentón—. No puedes pensar así, esto no es el fin de tu sueño, sino una piedra que quiere endurecerte los pies.

—No puedo más.

—Pues entonces sentémonos aquí. —Aparece un banco de la nada.

Las almas gemelas se sientan una al lado de la otra. Una tranquila, sin apartar los ojos de la otra. La otra nerviosa, agarrando la mano de la una mientras esquiva sus ojos verdes. El aire huele a salitre y la humedad, les moja la ropa, pero frente a ellos se expande la nada absoluta. La otra olfatea, la una la mira con curiosidad.

—¿Qué pasa?

—Huele a lluvia, ¿lo sientes tú también?

—Sí, por supuesto que lo siento. Está lloviendo aquí —dice la una señalándole el pecho a la otra.

Pequeñas catástrofes con final (in)feliz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora