La voz de la tristeza.

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Mi tristeza no tiene voz,
nunca se la he dado.
Tampoco a mí.

No me gusta el tono que tiene,
lo que dice y cómo suena duele demasiado.
También el hueco en mis entrañas,
el que me hace sentir una extraña
en mi piel y en mis hazañas. 

Pequeñas catástrofes con final (in)feliz ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora