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Narra Hannah
Mi abdomen descubierto dice adiós cuando alzo mis brazos y la tela se desliza por la piel. Una de las muchas cosas que no extrañaría del lugar que antes fue "La Playa" es que ahora podría sentir el dulzor de una cálida prenda, que me respaldara de las heladas brisas en Bordeland. Pues aunque gozaba de estilo al portar mi querida chaqueta de cuero y ligeros bikinis, nada me respaldaba del castañeo de dientes que muchas veces presentaba al hacer rondas con los militares. Combinarla con una remera mas abrigada fue lo mejor.
Mis manos, presas del frio, se cobijaron en los bolsillos, al hacerlo sentí resguardo y algo más, físico, material, tangible, mi mano izquierda rozo las puntiagudas esquinas de un trozo de cartón liso, un instrumento por el cual muchos murieron hace una hora o dos.
La carta del diez de corazones. Tan mortífera era, que un pequeño punto de sangre se expandía por la yema de mi dedo. En unos segundos es una gota navegante por los confines de mi mano.
El objeto trascendía de importancia al alzarlo y dejarlo a la altura de mis ojos.
Insignificante igual que su tamaño. O lo seria si la superficie solo contara.
Flashback--------------------------------
— Creo que tienes algo que me pertenece, gato — apuntar con una pistola nunca fue tan satisfactorio, me gustaba causar impresión en las personas, lo que justamente veía en esos ojos felinos — Ya debes conocer a Annie, a Lily lamentablemente la perdí esta noche.
—¿Vas a dispararnos? — Kuina por supuesto es la más alarmada de los dos.
Una suave risa sale de mis labios — Claro que no, querida, no soy una asesina, o...bueno ya no lo soy — me corrijo pensando en las vidas con las que termine por haberse llamado "traidores" ante la mirada cargada de locura del sombrerero — Aunque, vengo a cobrar mi recompensa, y preferiría que fuera por las buenas.
— ¿Qué harás si no te la damos por las buenas? Dijiste que no nos matarías.
— Yo me pregunto ¿Qué tan necesaria puede ser la mano izquierda? — reflexiono en voz alta — No veo porque la necesidad de dos manos ¿No lo crees así Shuntaro? — dirijo una mirada interrogativa a la castaña — ¿Respondí tu pregunta?
—¿Por que no nos dejas solos, Kuina?— interrumpe el silencioso tercer miembro de la reunión.
— No creo que sea... — intenta advierte la chica al platinado.
