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Narra Hannah
Las horas amenazaban con extenderse hasta que decidiera que hacer. Con el cuerpo recostado en el asiento trasero del auto suspiraba con exasperación, necesitaba entretención, aburrirse en Bordeland resultaba casi un chiste, pues los giros de trama te cernian en un constante vaiven de emociones que por supuesto no dejaba lugar al aburrimiento.
Necesitaba organizar mis planes, saber a dónde ir, ¿Tréboles? ¿Diamantes? ¿Picas? ¿Corazones? ¿Cuál palo me acomodaba más?
No me apetencia ninguno en el que debiese pensar con demasía, a estas alturas carecía de confianza en mi cerebro, estaba totalmente perdido, cedado.
Cierro los ojos con frustración al no decidirme, quería jugar, pero parecía que mi último juego mantenía presa mi atención aún cuando ya finalizó.
Y no hablaba del mortal diez de corazones.
Por un momento desee estrechar mi cabeza al cristal, y que la contusión se mezclara con una amnesia temporal. Porque si carecia de recuerdos esos dos dejarían de molestarme.
Pensar en Evan se transformó en una costumbre al interesarme más que una persona normal, sin embargo, al ocurrir nuestra separación decidí que borraría sus recuerdos, junto a los sentimientos que desencadenaba.
