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Narra Hannah
Gracia demostraba, mas era consciente de que a una parte de mi le disgustaba encontrarse con Shuntaro tan pronto, nuestros encuentros rozaban a ser incendiarios, pero esta vez poseía un ligero estremecimiento a quemarme en las seductoras flamas.
El motivo era sencillo de descifrar, una formula que hasta el menor sabio encontraría la respuesta, su pregunta, "¿Que sientes por mi?", aún no dejaba de vagaba por mi cerebro, consiguió un boleto de entrada con permanecía infinita.
Le di contestación a Shuntaro cuando fue muy tarde, dando una imagen que me desagradaba, ese instante de vacilación, de mudez, ¿Que podría significar en la analítica mente del gato?
¿Debilidad? Lo más probable.
Que me volviera a reencontar con el, a tan solo horas de "eso" no aseguraba que esos instantes de vacilación no volvieran a brotar.
¿Un error? Entendible, fácil justificación, pero ¿Dos? Sería muestra de blandura, que no podría negar, a el, ni a mi misma.
Sonreir fue la personificación perfecta de salir de los fornidos brazos del agua, esa que procedía de las bastas mareas donde navegaban mis pensamientos.
Mostrarme insegura no era una opción.
Si te ven vacilar estás muerta
Sobreviví después del silencio mortífero que dejó su interrogante, si la vida me da una segunda oportunidad no repetiría esa equivocación.
— Había olvidado ese apodo tuyo, pienso que es muy tierno que ya nos tengamos sobrenombres... — doy una palmada al techo de mi carro — ¿Y? ¿Me acompañas?
Yo no destruiria el contacto ¿Acaso no lo dije antes? La inseguridad es un arma, punzante, un puñal, que cruzo mi piel, depende de mi que la herida se agrande, o que cicatrice hasta desparecer.
El fósforo apunto de salpicar fuego vuelve a ser un sencillo palito con azufre en la punta al desviar su vista — El rey de picas parece no darme más opciones.
Es una excusa, una falsedad, eso lo se ya que el adversario más fuerte de los juegos de habilidad física se encuentra persiguiendo el carro que conduce Ann en este mismo segundo, es decir, bastante lejos de nuestro paradero.
¿Por que me mentía?
Esa es la principal interrogante.
Su figura se aproxima. Toma asiento en el asiento contiguo del conductor. No hace falta aconsejar que se coloque el cinturón, pues es lo que hace apenas yace en el interior del carro — ¿O no confías en mi o eres un gatito asustadizo? — era seguro una cosa: adoraba molestarlo y visualizar hastío palpable en sus ojos (lo que predominaba ahora obviamente) — tranquilo, no serás el primer felino en temer a viajar en automóvil — enciendo el motor.
