Capítulo 13

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Las concecuncias de mis actos
Parte 1

Cuando Yuji, el hijo menor de Koga, salió del lugar, Inuyasha hizo la pregunta por tercera vez, esperando una respuesta que le revelara algo sobre la desaparición de su hija. Pero al no recibir nada, su frustración aumentó, e inicio un enfrentamiento, Inuyasha perdió la compostura, y, con toda su desesperación y rabia, lo golpeó. Koga no mostró señal alguna de querer defenderse, y solo recibió los golpes. Inuyasha aumentó su ira y su furia, y comenzó a gritarle y demandarle al demonio dónde estaba su hija. Mientras lo golpeaba sin pausa, Koga continuó quieto, sin intentar detener al híbrido.

Inuyasha: ¿DÓNDE ESTA MI HIJA?

Koga: Lo siento, pasó algo y yo...

Inuyasha: ¿le pasó algo?

Inuyasha dejó de golpear a Koga y lo miró fijamente, preguntándose qué noticia tenía para él. Su mente estaba plagada de dudas y de preguntas sin respuesta, y todo lo que podía hacer era observar fijamente a Koga, en busca de una pista que lo llevara a su hija, aún así la respuesta lo dejo paralizado del miedo.

Koga: Yo... No sé...

Inuyasha: No sabes...

La desesperación e impotencia de Inuyasha empezaron a hacerse notables, y seguía sin tener noticias de Moroha. Su mente estaba llena de dudas y preguntas, pero no tenía ninguna respuesta clara. Su corazón se sentía vacío, y la angustia crecía poco a poco, casi como si estuviera perdiendo la esperanza de encontrar a su hija.

Koga: Se que estás preocupado por ella pero lo mejor ahora es calmarse.

Inuyasha: Cómo quieres que me calme si posiblemente mi hija está muerta.

La cara de Koga se quedó impresionada ante la noticia, y al comprender que la pequeña niña que había cuidado durante tanto tiempo ya no estaba, se quedó sin habla. La idea de no volver a sentir su calidez, su amor y su risa le dejaba sin aliento, y sintió un nudo en el pecho.

Inuyasha: ¿Qué pasó? ¿Por qué ella ya no está en este lugar?

Koga: No culpes a mis hijos por lo ocurrido, todo es culpa mía por las decisiones que tomé como líder de los lobos.

Dijo Koga con rabia y un tono ronco, al tiempo que trataba de encontrar una respuesta que justificara sus actos. La pena y la culpa se reflejaban en el rostro del demonio con ojos azules. Koga se sentó sobre la hierba y, tratando de calmar el ambiente, le pidió al híbrido que se sentara a su lado. El silencio se hizo una compañía pesada, pero al contemplar los colores del atardecer se sintió una pequeña tranquilidad, aunque se diluyó de inmediato en la noche. Las estrellas brillaban como pequeñas luciérnagas y la luna creciente iluminó el suelo, con tal escenario el demonio se llenó de valor de contarle a su amigo que había ocurrido con su tiempo con la shihanyo.

Koga: ella es o era...

Koga trató de mantener una voz firme y estable, a pesar del nudo que se le anudaba en el estómago, y se decidió a seguir hablando, no solo por Inuyasha, sino también por aquella niña que cuidó como si fuera suya.

Koga: Era un ángel, brillaba igual que su madre, además de heredar su belleza y corazón. También heredó tu fuerza sin importar los peligros protegía a los que amaba. Su valentía era inigualable, siempre estaba dispuesta a defender...

Koga decía con nostalgia y orgullo como era Moroha. A pesar de la fuerza que Inuyasha pretendía mostrar, el demonio se percató de que Inuyasha estaba luchando por no derramar sus lágrimas y su corazón se partió solo al verlo.

El legado de las tres princesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora