Epílogo.

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Cellbit llegó a su departamento después de un día de trabajo pesado, con la necesidad de llegar para poder descansar y pasar el resto de su día con su familia. Tan pronto como entró, el olor a comida lo inundó, haciendo gruñir su estómago mientras dejaba sus pertenencias en la mesita de la entrada y su abrigo en el perchero.

—¡Ya llegué!—Gritó en aviso, esperando ser recibido como siempre por su novio e hija, pero no sucedió.

Escuchó la música provenir de una de las habitaciones al fondo del pasillo, por lo que se dirigió mientras era guiado por la melodía. Con un suave toque, abrió la puerta asomando su cabeza, observando de primera instancia a Roier reír mientras Lía empuñaba su manita llena de pintura contra el lienzo en blanco, o por lo menos en lo que estaba antes de que la bebé llegara.

—Oh, cariño.—Roier sonrió al percatarse de su llegada.—Mira lo que Lía está haciendo, tiene un talento innato.

—¿De verdad?—Se acercó hasta posicionarse detrás suyo, envolviéndolo entre sus brazos. Sonrió al ver algunos trazos de color negro y otros verdes sobre el lienzo, todos producidos por su hija.—¿No te está desconcentrando en tu trabajo?

—Para nada, logró combinar un par de colores que fueron perfectos para continuar con una de mis pinturas.—Comentó con emoción, señalando detrás suyo.—De hecho, creo que será la indicada para presentar.

—Todo lo que hagas es perfecto, no dudes en tus creaciones.—Besó su mejilla antes de retirar a Lía de sus brazos, queriendo mimar a su bebé.

—¿Quieres cenar? La comida aún debe de estar caliente, no hace mucho terminé de prepararla.

—Voy a cenar, pero quédate aquí mientras yo me sirvo, sé que te sientes presionado porque la fecha está próxima y no quiero distraerte.—Razonó, brindándole un guiño mientras se dirigía a la puerta.

—Cell.—Habló, haciendo que se detuviera.

—¿Qué pasa?—Cuando se giró, observó el puchero que adornaban los labios de su novio, por lo que regresó para depositar un casto beso entre risas antes de separarse.

—No es suficiente.—Se quejó, frunciendo el ceño.

—¿Alguien amaneció exigente hoy?—Sonrió divertido antes de volver a inclinarse, plantando un beso que duró más que el anterior. Hubieran podido seguir así, de no ser porque el castaño sintió húmeda su camisa y observó como Lía pasaba sus manitas sobre la tela blanca, como si de un lienzo se tratara. Roier cubrió su boca entre sus manos, arqueando sus cejas en sorpresa y diversión mientras Cellbit se alejaba, tomando de aquello como su señal para irse de ahí.

Roier se había acoplado bien a vivir con Cellbit, acostumbrados a dormir y amanecer juntos cada mañana, levantándose para prepararse en su día a día, desayunando juntos antes de partir y volver a encontrarse por las noches en sus horas de salida, casi siempre el pelinegro llegando primero para la cena sino es que el castaño mandándole un mensaje con que llevaría la cena.

Entre otras cosas, Roier seguía manteniendo su trabajo en la florería, pero en sus tiempos libres se dedicaba a pintar. Había conseguido la oportunidad de asistir a una de las exhibiciones importantes del país, y hablando con los promotores del evento, le habían pedido pruebas de su arte para aparecer en su siguiente edición. Roier había vuelto al departamento aquel día con emoción, encerrándose en su estudio con el sentimiento suficiente de crear algo nuevo; Cellbit era testigo de su esfuerzo día con día, también de sus frustraciones si una pintura no terminaba como el pelinegro imaginaba, pero siempre estaba para alentarlo a seguir. Su catálogo de su arte había incrementado de manera considerable, listo para hacerlo público en cualquier oportunidad que se le presentara a partir de ahora.

Por otro lado, Cellbit había subido de puesto y, aunque ahora tenía más trabajo de lo habitual y su horario se había extendido, no se podía quejar, era un lugar en donde se sentía cómodo y no lo veían como una competencia, sino que sus propios compañeros lo alentaban a seguir avanzando. Todos habían sido ascendidos, cada uno en un área diferente donde habían sobresalido más, y aunque eso tuviera repercusiones que ya no ver a sus compañeros de siempre, siempre trataban de encontrar una manera de verse entre sus descansos.

El fin de año les había sentado a todos de maravilla, sintiéndose renovados y procurando que aquel año sería aún más memorable que el anterior. Con un nuevo propósito, procuraron que todo fuera genial en sus vidas. Cada día era agradecido de poder tener su propia familia, personas que lo hacían sentir querido y con las cuales contaba para cualquier cosa; por lo que al momento de irse a dormir, aferraba sus brazos alrededor del pelinegro y sonreía, totalmente complacido por ello.

Aquella noche no fue la excepción, teniendo sus brazos alrededor de la cintura del pelinegro, sus manos vagando por el interior de la playera que conformaba su pijama mientras sus piernas se entrelazaban entre si.

—Buenas noches, Cell, te amo mucho.

—Buenas noches, cariño, te amo más.—Con un beso en su nuca, cerró los ojos dispuesto a dormir.

Al igual que cada noche, esperaba que día siguiente fuera mejor de lo que fue el día anterior. Sabía que no necesitaba más en su vida teniendo a su novio y a su hija a su lado, un empleo estable y la ilusión de un futuro prometedor a lado de las personas que más amaba.


Fin.

Save my life | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora