"Solo un hombre puede llamarme bastardo, y ese hombre no eres tú"
¿Qué ocurriría si os dijera que todo lo que conocemos sobre la historia de Aemond Targaryen y Lucerys Velaryon no es más que una mentira que ellos mismos crearon para engañarnos?
Desd...
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Durante su estancia en la capital, Jacaerys y Daemon se encargaron de ayudar a Aegon con la erradicación tanto de los burdeles que fomentaban el abuso a menores, como de los propietarios y de sus clientes asiduos.
Lo que pensaron que iba a ser una tarea relativamente sencilla, se convirtió en una que les robaba las ganas de comer e incluso de dormir por las noches. Las escenas que tenían que presenciar en ciertas ocasiones helaba la sangre que corría por sus venas y les traía pesadillas. Pero no podían detenerse, porque en esos momentos, ellos eran los únicos que se interponían entre aquellos violadores y sus víctimas, y cuanto más tiempo tardaban en eliminarlos por completo más daño hacían a los omegas que seguían bajo sus sucias garras.
–Ese era el último –la voz de Daemon resonó por la mazmorra fría y oscura. Jace y Aegon estaban ausentes, procesando la masacre que su tío acababa de hacer con los hombres que atraparon la noche anterior–. Siguen sin querer hablar. Estoy empezando a sospechar que no hay nada oculto detrás de sus acciones. Simplemente son hijos de puta que pensaron que podían hacer lo que quisieran sin sufrir las consecuencias.
Aegon lo miró y, después de toda el día en silencio, habló.
–Pero ya escuchaste lo que ese hombre dijo en el burdel: «Cuando los perros salen a cazar, las ratas empiezan a jugar...». Era como si estuviera diciéndonos que esto solo es la punta del problema.
Daemon se removió intranquilo mientras se acercaba a la mesa de madera de la mazmorra donde había varios instrumentos de tortura manchados de sangre. Cogió un trapo y comenzó a limpiarlos uno a uno.
–Ya has visto lo que les he hecho y aun así no han hablado, ninguno de ellos. Ya no sé qué más podemos hacer.
–Está claro que su integridad física les da igual –comentó Jacaerys, quien también hablaba por primera vez desde que Daemon empezó con sus interrogatorios–. Tal vez deberíamos hacerles "cooperar" de otra forma.
Los dos alfas lo miraron con curiosidad, porque no se les ocurría otra forma válida para conseguir que hablasen.
–¿Qué propones? –preguntó el mayor.
Jace tomó aire y lo soltó por la nariz, no sin antes echar un vistazo fugaz a Aegon, que estaba justo a su lado pero que estaba evitando mirarle.
–¿Es posible que podamos averiguar si tienen familias?
Aegon giró el rostro a la velocidad del rayo y observó a su sobrino con disgusto.
–Jace, no podemos hacer eso –replicó Daemon mientras negaba con la cabeza. Su cuerpo se movió de nuevo hacia la mesa y prosiguió limpiando sus herramientas.
–¿Por qué no? –el príncipe castaño se acercó más a él, observando su ancha espalda–. Tan solo podríamos descubrir si tienen alguien importante en sus vidas y jugar con eso.