Lo primero que percibió Lucerys al despertar fue la agradable sensación de la seda acariciando su cuerpo. Mientras aún mantenía los párpados cerrados, su visión se transformó del negro más oscuro al naranja ambarino cuando los rayos del sol golpearon con suavidad su rostro. Al abrir los ojos, vio que Aemond seguía a su lado, tendido sobre la cama de forma apacible mientras su mano comenzaba a acariciar su propio abdomen con calma, pasando los dedos por sus abdominales marcados, haciéndose cosquillas a sí mismo.
Aunque no podía ver su ojo desde la posición en la que se encontraba, pudo deducir que estaba mirando hacia el techo.
No llegó a hacer ningún movimiento que indicara que ya se había despertado cuando Aemond ya supo que lo había hecho. Su cuerpo se giró hacia él y su ojo azul lo enfocó en seguida. Una sonrisa cálida y familiar se adueñó de sus perfectos y algo rojizos labios.
–Buenos días –susurró.
Antes de responder, la mirada traviesa de Lucerys se aventuró a mirar el cuerpo de su alfa, o al menos todo lo que las sábanas dejaban ver.
–Buenos días –respondió al fin.
La sonrisa del platinado se agrandó.
–¿Has dormido bien?
–Sí –el omega estiró sus articulaciones para poder espabilarse después de pasar una noche de intenso descanso–. He dormido de maravilla. ¿Y tú?
La mano de Aemond acarició su cabeza, como si no pudiera estar más tiempo sin enredar sus finos y largos dedos entre sus mechones rizados, y entonces, se acomodó mejor en la cama.
–He dormido muy bien.
Lucerys sonrió, por aquella preciosa estampa que tenía ante sus ojos y por el recuerdo aún vívido de lo que ambos habían compartido esa misma noche.
Cuando Aemond acarició su mejilla, el ceño del omega se frunció ligeramente y, con rapidez, atrapó su mano.
–Estás muy caliente –advirtió tocando también su frente, que evidentemente estaba a más temperatura de lo normal–. ¿De verdad te encuentras bien?
La risa fina de Aemond lo tranquilizó un poco.
–Sí, es solo que mi celo está cerca. No te preocupes.
–Es... ¿se te ha adelantado?
–Un poquito –arrugó la nariz para quitarle importancia–. Pero no es algo que no me haya sucedido antes.
–¿Estás seguro de que no pasa nada? –la voz de Lucerys salió algo confundida, cosa que llamó la atención del alfa–. ¿Será que lo de anoche te ha alterado o...?
Con un movimiento fluido y natural, Aemond se pegó a él del todo y lo rodeó con sus brazos. Lucerys no tuvo más remedio que dejarse querer, por lo que pegó la mejilla sobre su pecho y aspiró con disimulo su dulce aroma a cerezas.
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MY LITTLE BASTARD | lucemond (PAUSADO)
Fanfiction"Solo un hombre puede llamarme bastardo, y ese hombre no eres tú" ¿Qué ocurriría si os dijera que todo lo que conocemos sobre la historia de Aemond Targaryen y Lucerys Velaryon no es más que una mentira que ellos mismos crearon para engañarnos? Desd...