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Jacaerys dejó de hablar

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Jacaerys dejó de hablar.

Jacaerys perdió el brillo tan único que poseía su mirada.

Jacaerys no encontró felicidad en absolutamente nada de lo que le rodeaba.

Su hermano Lucerys se volcó en cuidarlo, pasó días y noches a su lado, intentando consolar su maltratado corazón para que pudiera volver a sonreír, para que intentara comprender que no todo estaba perdido, que Aegon seguía con vida y que eso era lo que importaba realmente.

Pero su hermano mayor estaba enredado en sus propios pensamientos y sentimientos negativos, los cuales le oprimían la vida hasta el punto en que ni ganas de despertar tenía.

Llegó el día de abandonar la capital, pero el príncipe estaba tan perdido y sin rumbo que, con un movimiento lento de cabeza hacia los lados, indicó a su familia que no estaba dispuesto a subirse a lomos de Vermax.

Su dragón emitió un quejido que él notó lleno de comprensión. El animal fue capaz de sentir su congoja y lo quebrado de su alma. Eso hizo que sus ojos se humedecieran, pero ninguna lágrima cayó de ellos.

Al no querer montarse en su propio dragón, todos decidieron que lo hiciera en el de Aemond, porque Vhagar era lo suficientemente grande como para poder llevar sin problema a dos jinetes al mismo tiempo.

Lucerys observó a su alfa, que lo miró de vuelta con una expresión de tristeza.

–Cuidaré de él –prometió, mientras su mano acariciaba las suyas con cariño.

–Lo sé –respondió Luke, sus ojos viajaron hacia su hermano, que se acercaba con paso lento y agónico hacia el enorme dragón.

–Puede que Vhagar vaya algo más despacio en este viaje, intenta no alejarte de mí –demandó, no como una órden autoritaria, sino como una señal de protección para con su omega.

–No te preocupes, iré justo a tu lado.

A través de la mirada del castaño, Aemond pudo sentir que estaba muy preocupado. Lucerys llevaba casi una semana desviviendose por su hermano, porque realmente le preocupaba su bienestar, y él no podía evitar sentirse algo inútil al no poder hacer nada al respecto.

Era cierto que con Jacaerys no había tenido mucho trato, pero aun así era su sobrino y el hermano de su omega, y ya con eso le bastaba para querer protegerlo.

Aemond echó un rápido vistazo a su alrededor y, al ver que nadie los estaba observando en ese momento, colocó una mano sobre la mejilla del omega y se acercó a él para depositar un suave beso sobre sus labios.

Lucerys despertó de su letargo ante aquel gesto de cariño y no pudo evitar sonreír cuando Aemond se separó un poco. Le hubiera gustado darle otro beso, bueno, muchos besos en realidad, pero ese no era el momento ni el lugar.

Desde que compartieron el celo del alfa, la relación entre ambos avanzó un pasito más. Estaban comenzando a darse cuenta de que lo que sentían por el otro no era simple cariño o admiración, sino un amor que tenían bien resguardado en el fondo de sus corazones. Todavía les costaba mostrarlo incluso cuando se encontraban en la más absoluta soledad, pero al menos habían conseguido resquebrajar un poco esa barrera que ellos mismos se habían impuesto.

MY LITTLE BASTARD | lucemond (PAUSADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora