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La bella Muazzez fue seductora y supo bien usar sus encantos, su cuerpo era esbelto, sus pechos redondos y sus pezones erizados por el encuentro, excitaron bastante al Padişah, que tomó una y otra vez a la concubina hasta el cansancio.
─¿Lo complací, mi Sultan? ─ella preguntó, su mejilla apoyada en el pecho desnudo y jadeante de el hombre
─Lo hiciste.─contestó Murad, solo podía pensar en la madre de su heredero, la culpa invadió su corazón y sin aguantarlo más, se apartó de la concubina, poniéndose una túnica, cubriendo su cuerpo de la desnudez.─Vuelve al Harem.
─Pero, su majestad...─intentó protestar
─Vete de mis aposentos, ahora.
Sin querer que el Sultan se disgustara con ella, se puso de pie de la cama, se puso su vestido nuevamente y realizó una reverencia para luego retirarse. Apenas salió, Murad caminó apurado a los aposentos de su Sultana.
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Şahnaz estaba cargando a su primogénito, el pequeño había despertado como usualmente lo hacía, y gustosa lo calmaba hasta que se durmió de nuevo.
Mientras lo ponía en su cuna, las puertas se abrieron y la figura imponente a pesar de las ropas, entró.
─Majestad.─ella realizó una reverencia
─Pensé que estabas dormida.─dijo Murad, acercándose y poniendo su mano en su suave mejilla y acarició
─Mehmed despertó llorando, lo hace la mayoría de las noches, y lo calmé.─Şahnaz comentó
─Es apegado a su madre.─murmuró, y luego la abrazó, y beso su frente. Intentando de alguna manera que ella lo perdonara sin siquiera saber la razón
Şahnaz no entendía por qué el Sultan había entrado a esas horas a sus aposentos, y tampoco entendía por qué estaba extrañamente cariñoso.
