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Introducción.

Sus ojos se abrieron, escuchando el incesante llanto de una pequeña bebé, estiró su brazo para encender la lámpara en la mesita de noche a un lado de su cama que compartía con el amor de su vida, encendió la lámpara y esperó pacientemente por un par de segundos a que los llantos cesaran, pero eso sólo logró despertar a otro niño, quién gritó por su madre algo desesperado, suspiró y miró a la mujer a un lado suyo levantarse, tallando sus ojos y con una cara de molestia.

-Va a calmarse, tranquila, vuelve a acostarte.-Murmuró con dulzura hacia su mujer.

-No, Checo, no va a calmarse y ya despertó al niño.-Suspiró con pesadez, levantándose de su cama, poniéndose una sudadera por el frío de la madrugada y dirigiéndose a la habitación que sus hijos compartían, siendo seguida por su marido.-Ven, mi amor.-Se dirigió a su hijo, tomándolo entre sus brazos.

Sergio entró a la habitación pocos segundos después, tomando a la menor entre sus brazos y arullandola, dando un par de palmadas sobre su espalda, siguiendo nuevamente a su esposa quien casi en cuestión de segundos durmió al pequeño, recostandolo en la cama que el matrimonio compartía.
Sergio se recostó en el lugar donde anteriormente descansaba, manteniendo la bebé sobre su pecho.

Su esposa empezó a cambiarse, vistiendo un pantalón de pijama en lugar de los shorts que vestía al dormir.

-¿A dónde vas?-Preguntó a voz calmada, casi un susurro para no despertar a los infantes.

-Voy a comprar algo de fórmula para la bebé, ¿Quieres que te traiga algo?

Sergio negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa a la mujer.

Antes de irse, se acercó a su esposo, dejando un suave y casto beso sobre su frente, haciendo a Sergio sonreír enternecido.

-Te amo.-Exclamó la mujer.

-Yo también te amo, Carola.-Le sonrió y lanzó un último beso.

Ella desapareció de la habitación y Sergio pudo escuchar la puerta abrirse y cerrarse, mientras que él se encargaba de arrullar a su pequeña y veía de reojo al infante que se acurrucaba su costado.

Caminaba apurado por el departamento, levantando todos los juguetes que habían por el suelo, mientras los dos infantes desayunaban su cereal favorito mirando caricaturas frente al televisor, habían pasado tres años desde ese suceso y las cosas se habían acomodado a su tiempo.
Escuchó la puerta ser tocada, haciéndolo suspirar con pesadez, guardando los últimos juguetes luego de exclamar un fuerte "voy", dejando los objetos en la caja de juguetes en la habitación que los menores compartían.

Se dirigió a la puerta principal, abriéndola y sonriendo al encontrar a su amigo parado frente a la puerta.

—Checo, ¿Cómo estás?

—Muy bien, Carlos, pasa.

Se hizo a un lado para dejar pasar a su amigo, quién se dirigió a la sala en donde los dos menores seguían mirando la televisión ya con sus platos de cereal vacíos.

—Muchas gracias por cuidarla.—Dijo Sergio siguiendo al español, sacando su billetera de la bolsa de su pantalón de vestir, sacó un par de billetes y se los entregó al español.—Recuerda recoger a Andy a las 12 y la comida de Lisa ya está, es cuestión de calentarla.—Avisó, mirando a Carlos asentir ante sus indicaciones.

—Lo sé, Checo, no te preocupes.—Le sonrió.

—De verdad muchas gracias por quedarte con ellos, no sé qué haría sin ti.—Volteó a ver al menor.—Ven, Andy, es hora de irnos.

El castaño asintió, levantándose del sofá para tomar su pequeña mochila y correr a tomar la mano de Sergio.

—Adiós, Carlos.—Se despidió el menor, moviendo la mano ante el español, quién le respondió de la misma manera, sonriéndole.

—Nos vemos más tarde, pequeñín.

Padre e hijo salieron del pequeño departamento, Sergio llevaba en su mano libre su maletín y cargaba con dificultad la pequeña mochila de su hijo que tenía un estampado del rayo McQueen, la película favorita de Andy.
No era un camino largo el que hacía para llegar a la escuela del menor, sólo era cuestión de diez minutos, durante el camino, Andy se distraía constantemente mirando las hojas que caían por la temporada de otoño que estaba ya llegando, pisaba algunas hojas y hablaba con su progenitor sobre lo emocionado que estaba por la navidad.

—¿Y ya sabes qué vas a pedirle a Santa?—Preguntó Sergio con curiosidad.

—¡Muchas cosas! Un carro a control remoto, una pista de carreras...

El menor continuó enlistando todos los regalos que quería para navidad.

—Pero no puedes pedir tantos, Andy, vas a dejar a Santa pobre.—Fingió preocupación, haciendo reír al menor.

—Bueno... Con sólo tres cosas está bien.

—Qué considerado.

—¿Y tú, papi? ¿Qué vas a pedirle a Santa?

—Hmm, a mí santa ya no me trae regalos, Andy.—Aparentó entristecerse.

—¿Por qué? ¿No te has portado bien este año?

—Pues... Se podría decir.

—Mmm...—Pensó por unos segundos.—Pero si pudieras pedirle algo, ¿Qué le pedirías?

Sergio se quedó pensando, sonriendo ante la inocencia del menor.

—No lo sé, pues sólo salud para mí, para ti y para Lisa.

—Eso es aburrido.

Sergio rió, encogiéndose un poco de hombros y al darse cuenta, ya habían llegado al portón de la escuela, habían varios niños acompañados de sus padres o madres, despidiéndose de ellos con besos o abrazos cálidos, Sergio se detuvo y recibió la mirada de Andy.

—¿Sabes qué le pediría a Santa, papi? Una navidad contigo, con mamá, Lisa y el tío Carlos.

Sonrió con dolor, acariciando la cabeza y revolviendo sus cabellos, agachándose para dejar un casto beso sobre su frente.

—Yo también lo pediría, cariño. Portate bien.

El menor asintió y se despidió, tomando su mochila y corriendo en dirección a la entrada de la institución en donde casi de inmediato se encontró con otros dos menores, quienes lo esperaban con una sonrisa, entrando al edificio, despidiéndose por última vez de su padre con un ademán.
Comenzaba otro día de trabajo, uno estresante y hasta más pesado que los anteriores días.





















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Te daría mi vida pero la estoy usando ❛❛Checlerc❜❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora