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Las horas pasaron y poco a poco, su horario de salida llegaba, el pequeño tour había acabado y Charles ahora charlaba con otros trabajadores sobre sus labores en la compañía, se le veía curioso de aprender o al menos parecía interesarle lo que las personas le decían.
Acababa de atender a los últimos clientes, quienes ya se habían decidido por un auto que comprar, prometiendo que volverían por él al siguente día, despidió a ambos con amabilidad, acompañándolos a la puerta de la salida, estiró su espalda, dándose la vuelta y encontrándose con su compañera pelirroja, quién se dirigía hacia él con una sonrisa.

—Nos vemos mañana, Checo.—Sonrió con amabilidad, despidiéndose con un ademán y saliendo.

—Nos vemos.

No solía llevar más pertenencias consigo, así que salió del edificio, miró a su reloj y sólo habían pasado un par de minutos desde su hora de salida, caminando en dirección a la parada de autobuses, la cuál estaba algo llena de más trabajadores, algunos de pie mirando a sus teléfonos, mirando a los autos pasar o sentados esperando a su autobús.
Sacó su teléfono de la bolsa de su pantalón, mirando un par de notificaciones de mensajes, algunos sobre familiares o amigos y el que más le importaba: los de Carlos. Al entrar a su conversación, miró un par de mensajes y fotos de sus dos hijos, sonriendo con felicidad al instante, sólo deseaba llegar y cenar acompañado de su pequeña familia.

Alzó la vista al escuchar un autobús acercarse, extendiendo el brazo indicando que se detuviera, este gesto fue imitado por más trabajadores, que se pusieron de pie para poder entrar al autobús una vez de detuvo, pagó y tomó asiento en uno cercano a la puerta trasera, teniendo de acompañante a una mujer algo mayor que iba profundamente dormida, recargada a la ventana y roncando.

Durante el camino se entretuvo conversando con Carlos, haciendo preguntas sobre sus dos hijos y sobre cómo se habían portado, si Andy ya había hecho la tarea y si Lisa había comido todo su almuerzo.
Propuso comprar algo de cena para los infantes y Carlos, quien aceptó casi de inmediato a su propuesta, haciéndole sonreírle a la pantalla. Desde que Sergio se había mudado a ese departamento, Carlos había sido atento en cuanto a ayudarle con su gran equipaje, le había ofrecido comer en su casa una vez que supo de su situación, se compadeció y se convirtió en un amigo para Sergio y también para sus hijos.

Luego de media hora, llegó a su lugar de destino, parándose de su lugar para gritar un muy fuerte "bajan" al ver qué el botón para que se detuviera no funcionaba, el autobús de detuvo con fuerza, logrando escuchar un par de insultos de los que se movieron con fuerza en su lugar por el fuerte movimiento, él y varios más bajaron en el mismo sitio, se había detenido en un lugar de sushi, todo a petición de Carlos, así que entró dispuesto a ordenar lo que el español le había sugerido.

Compró un paquete familiar, que constaba de varios platillos, salsas y bebidas variadas.

Esperó por veinte minutos, hasta que una mujer con rasgos asiáticos le entregó su pedido, agradeciéndole con amabilidad por elegir su restaurante y deseándole una bonita noche, agradeció con una gran sonrisa y salió del local, caminando hacia su departamento, el cual quedaba a sólo unos minutos de su departamento.
Silbaba una canción de la cuál su hijo de había obsesionado en una película, hasta que llegó a la entrada de su departamento cargando la bolsa de plástico en su mano.

Buenas noches, Checo.—Saludó una mujer mayor, quién se dirigía al portón de la entrada con un aro con muchas llaves, abriéndolo para dejar entrar al mexicano.

Buenas noches, Martha, ¿Qué tal tu día?—Habló en español, sonriente.

Las personas que vivían en ese departamento, eran en su mayoría personas inmigrantes, que habían llegado a Estados Unidos dispuestos a mejores oportunidades, algunos de manera ilegal y otros habían tenido la suerte de conseguir su visa y conseguir su nacionalidad, cómo era el caso de Sergio, quién al casarse con Carola, se había convertido en un ciudadano estadounidense, así que hablar en español era fácil para todos.

Muy bien, Checo, por cierto... Te llegó algo al correo.—Se dirigió a su pequeño escritorio que había en la entrada, en donde solía guardar el correo de todos los que se hospedaban en ese sitio.

Luego de unos segundos, la mujer le entregó un par de sobres, que Sergio miró de reojo, la mayoría eran recibos qué pagar, nada importante.

Muchas gracias, Martha, nos vemos mañana.

—Nos vemos, Chequito.—Dijo cariñosamente.

Subió al viejo elevador del edificio, presionando el botón que lo llevaría al segundo piso, esperó y envió un mensaje a Carlos, avisando que estaba por llegar, cuando llegó a su piso, salió del elevador y caminó en dirección a su departamento: el número 34, abrió la llave y entró, anunciando su llegada con una expresión de felicidad.

—¡Ya llegué!

Eso fue lo último que pudo decir, hasta que miró desde la distancia a sus dos hijos acercarse, corriendo en su dirección y abrazando cariñosamente al adulto, dejó las bolsas en el suelo y con mucha dificultad cargó a ambos en sus brazos, caminando torpemente hacia la sala, en donde Carlos se levantaba, mirándolo con una sonrisa.

—Traje el sushi que querías, espero te guste.

—Gracias, iré por él y prepararé la mesa.—Palmeó uno de sus hombros y caminó en dirección a la puerta principal, tomó las bolsas del suelo y caminó dejándolas sobre el comedor.

—Papi, hoy me pusieron de tarea hacer sumas y el tío Carlos me ayudó.—Habló con orgullo.—Él hizo tres y yo dos.

Rió con diversión.

—Felicidades, mi amor, me enorgullece que hagas trabajar a Carlos.—Bromeó, haciendo reír al castaño.

Bajó a ambos menores al suelo con cuidado, retirando su saco y dejándolo sobre el sofá, mientras que ambos menores corrían al comedor a tomar sus respectivos asientos, Andy subió sin problema y Lisa esperó pacientemente a que su padre la pusiera sobre su asiento para bebé, Sergio se acercó y la colocó en su asiento, mientras que Carlos se acercaba a la mesa con unos cuantos platos para todos y algunos vasos para sus refrescos.

Durante la cena, Carlos y Sergio hablaron sobre el día de el español y los Pérez, Andy relataba con emoción todo lo que había hecho en el día, todo con detalles muy innecesarios, pero que ambos adultos escuchaban con emoción y Lisa hablaba cosas sin mucho sentido, algunas palabras no se entendían al cien por cien, pero poco a poco hablaba con más claridad conforme crecía.

Así eran los días normales de Sergio, llenos de rutina, una que amaba.

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Te daría mi vida pero la estoy usando ❛❛Checlerc❜❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora