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-Ya te habías tardado, maldito -sentenció con enojo, arrugando sus cejas y cruzando sus brazos

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-Ya te habías tardado, maldito -sentenció con enojo, arrugando sus cejas y cruzando sus brazos.

-Ahhh... ahhh... -respiraba rápidamente, exhausto por haber corrido esas cuadras tan de repente-, lo siento, Yushiro-san... no es fácil correr varias cuadras tan de repente... -retomó su postura, dedicándole una cálida sonrisa, la de siempre.

-Ajá. Bien, como sea, camina o te mataré -ordenó, comenzando a caminar por las calles de Japón, las frías y desoladas calles de la parte baja de Japón.

El peli-verde siguió educadamente al de ojos plata, con sus manos atrás de su espalda y refugiándose en el silencio que ambos otorgaban debido a que ninguno tenía algo de que platicar, nisiquiera eran considerados amigos, más bien conocidos por parte de la mujer con la cual se juntaban para el trabajo. Aunque hacía tiempo no se reunían.

Yushiro era más bajo que él, pero no tanto, unos centímetros menos, con la apariencia de un niño de piel pálida y brillantes ojos de color púrpura lavanda. Su cabello corto siempre está bien peinado, era raro no verlo con una camisa abotonada debajo de un kimono completamente blanco y pantalones azul oscuro.

-Etto... ¿Tamayo-san como se encuentra? -ladeó levemente su cabeza, intentando calmar el ambiente.

-Señorita Tamayo para ti, Midoriya -le recordó con una mirada atemorizante, Izuku dio un pequeño brinco asustado-. Y si, ella se encuentra perfecta como siempre.

-Me alegra escuchar eso -sonrió delicadamente.

Al llegar a la escondida casa japonesa, dado que al atravesar una pared de ladrillos al final de un callejón, un portal se creaba cuando alguien tocaba tales ladrillos y cuando entraban estaban en el patio de una hermosa casa.

Al entrar, los dos se quitaron los zapatos y inmediatamente fueron recibido por una atractiva y femenina mujer.

-Izuku, cuánto tiempo, la última vez que te vi ibas en secundaria -su voz era cálida, los dos se sonrojaron por la belleza que ella desprendía.

-Es un placer volver a verla, Tamayo-san -hizo una reverencia educadamente.

-Vengan, les prepare un poco de té, ¿has traído tus libretas, Izuku?

-Si siempre las traigo conmigo.

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-Descubrí que los demonios han vuelto a aparecer, eso es terrible... -tocó su boca con una mueca de asco, tomando asiento en el rústico sillón de color café-, me preocupa saber que ese demonio cada vez está más cerca de encontrarte, Izuku...

-Midoriya no es tan idiota por perder contra un estúpido demonio, aunque sea una Luna Superior Dos sigue siendo más débil que él.

-Gracias, Yushiro, pero Tamayo tiene razón, por más que ingiera ese veneno dentro de mí... ¿qué pasaría aunque por más que muera siga con vida? Se que lo he estado bebiendo desde que tengo memoria pero... no quiero poner en riesgo a nadie, realmente quiero acabar con él.

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