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| ¿Rivales? |

Cuándo el mayor quedó completamente dormido en el pecho del de cabellos esmeraldas, Izuku no tuvo más opción que dejarlo dormir en el sillón. Salió gentilmente de abajo de él, lo arropo y limpio todo a su alrededor, para luego irse a su cuarto a dormir.

De repente, su cabeza se llenó de pensamientos sobre lo que le acababa de contar su profesor. Nunca espero que alguien pueda retener tantos sentimientos, aunque debía suponerlo, las personas como Aizawa eran muy cerradas consigo mismos.

Llego a su cuarto y lo primero que hizo fue ducharse, con un poco de ardor en su cuerpo debido a las lastimaduras que le dejo la pelea con Stain y con un poco de asco, volviendo a sentirse sucio.
Se apresuró en asearse y se fue a dormir, cerrando sus ojos para hundirse nuevamente en el sueño profundo que tanto le costaba recuperar.

{ . . . }

Un incendio.

Era todo lo que veía.

Todo a su alrededor estaba en llamas, podía sentir el olor a humo que penetraba su cabeza con dolor, haciendo que baje su mirada con nerviosismo, acelerando su respiración y el sudor en su cuerpo no tardó en aparecer.

— Mira lo que me has hecho hacer, Izzy.

Escucho esa voz que obviamente le hizo alzar la mirada con rapidez, podía sentir las lágrimas brotar por su rostro, aquel hombre de cabellos rubios y ojos multicolor solo se rió de forma macabra, logrando que el pecoso aprete sus puños con fuerza.

— Y-yo no... yo no lo he hecho... —balbuceaba como le era posible, su cuerpo temblaba, la sangre en el suelo lo hizo paralizar.

Retrocedió velozmente. En sus ojos estaba reflejado la decepción misma mientras seguía viendo al hombre al frente suyo.

— Al fin de cuentas, ambos somos iguales —el más alto comenzó a acercarse a él. — No la pudiste salvar, ¿piensas que ella te perdono?

De repente todo se oscureció.
Escucho unos pasos atrás de él y volteo por completo.

— ¿M-mamá?

— No me digas "Mamá" —aclaró la de cabellos verdes, a la cual su rostro se veía borroso.

— ¡Perdoname! ¡y-yo no quería--!

— Cierra la boca —ordenó. — Tu me dejaste morir. Por tu culpa estoy muerta. Tu padre tenía razón...

Debía dejarte con esos hombres

— ¡M-mamá!

Quiso acercarse, pero la sangre solo comenzó a hundirlo con fuerza.

Intentaba nadar pero era imposible, la sangre comenzaba a subir hasta su garganta, tanto que sentía que se asfixiaba.

El rubio, quien solo se dedicó a mirarlo con triunfo, no hizo más que acercarse a la mujer con abanicos en sus manos.

Izuku quería gritar. Quería salvarla.

Pero su última vista fue ver la silueta del rubio apuñalando a la mujer.

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