Capítulo 4

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Agua.

Había mucha agua a mi alrededor. Estaba sumergida a una gran profundidad. La poca luz que llegaba apenas me permitía ver más allá que mis manos, el resto estaba todo oscuro. Mis pies y manos se movían intentando flotar y no seguir hundiéndome.

Unas voces. No, mejor dicho, un canto.

Una dulce melodía era cantada, no podía ver a las dueñas de las voces. La letra era ahogada por el agua.

Las voces se silenciaron. No hubo ningún ruido más.

Y luego, no podía respirar.

Me ahogaba.

Desperté envuelta en sudor

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Desperté envuelta en sudor. Estaba recostada sobre mi cama con mi acostumbrado pijama. Mi corazón latía demasiado rápido y mis pulmones respiraban buscando el aire que me faltaba. Había sido un sueño, uno muy extraño, a decir verdad.

Mi cabeza comenzó a doler y mi garganta se sentía seca, necesitaba beber agua. Todo esto era producto del alcohol del día anterior.

Vagos recuerdos llegaron a mi mente. Estaba en el festival disfrutando la fiesta cuando comencé a sentir mis mejillas calientes y mi mente más borrosa. Entonces hubo gritos, caos y luego las brujas. Sus amenazas y como mi cuerpo quedó inmóvil ante ellas, finalmente varios guardias a mi alrededor y la voz de mi padre.

Un escalofrío recorrió mi espalda al imaginarlo. Estaba en un problema más grande de lo que había creído.

Unos golpecitos en la puerta me sobresaltó.

-Princesa ¿Está despierta? -La voz de Alexander sonó del otro lado.

-Aquí estoy -mi voz sonó ronca- ¿Qué sucede?

-Su alteza real desea verla cuanto antes. Me ordenó escoltarla.

Apenas mis pies tocaron el suelo sentí un gran mareo y mi estómago se revolvió. Con gran esfuerzo tomé un baño rápido. Tomé uno de mis vestidos blancos más simples, mi cabello caía hasta mi cintura.

Tomé una bocanada de aire antes de salir y ver a Alexander de pie con un semblante serio. No dije nada, el ambiente ya era lo suficientemente malo como para empeorarlo con un estúpido comentario.

Me escoltó hasta la sala del trono, apenas abrieron las puerta pronunció en un murmullo:

-Mucha suerte princesa.

Entré y caminé por la alfombra roja que adornaba el camino hasta los pies del trono. Las puertas se cerraron tras de mí en un fuerte estruendo. Un escalofrío recorrió mi espalda. Estábamos a solas y yo temía por mí.

-Una sola cosa te pedí -la voz del rey era baja pero con odio mezclado-, una maldita cosa te pedí ¿Y qué hiciste? -se dignó a mirarme con desprecio-, ¡Todo lo contrario! ¿Tienes alguna idea de lo que hiciste?

Derrocando la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora