Prólogo

30 0 1
                                    

Dicen que toda historia comienza con un reino lleno de paz, pues Kaan también era un lugar lleno de paz y las personas convivían felices con criaturas mágicas. Nunca hubo un mayor problema pues al final todos deseaban vivir en paz y sin duda la magia es algo interesante para aprender.

Pero aquella paz no duraría para siempre.

Tras la muerte del Rey Caín, su único heredero, el príncipe Corvin, a la corta edad de 19 años asumiera la responsabilidad de guiar Kaan hacia un mejor futuro. Pero no fue nada de lo que esperaban, pues 1 año después de su coronación dio la orden de dar caza a todas las brujas y exiliar a todas las criaturas mágicas de su reino.

Corvin lleno de avaricia y deseo de sangre mandaba grupos de guardias para sacar a las brujas del escondite donde se vieron obligadas a esconderse, pues él deseaba más que nada las riquezas que ellas poseían. Pero nunca fueron encontradas, ellas desaparecieron sin dejar rastro, pero Corbin no se daría por vencida hasta lograr su objetivo.

Las plegarias desesperadas de las mujeres era lo único que mis oídos lograban captar entre los gritos de la muchedumbre.

El fuego ardía a sus pies lamiendo el borde de sus vestidos. Algunas lanzaban maldiciones, otras pedían clemencia o simplemente se quedaban calladas esperando su inevitable destino.

—Majestad —llamó Dean, el general y mi mano derecha. Le dirigí una mirada de reojo—. Lo están esperando.

Asentí con la cabeza y caminé hacia el balcón donde una multitud esperaba con entusiasmo mi llegada.

Mi pueblo esperaba por mi.

El viento otoñal golpeó mi rostro al salir al balcón. Mi cabello dorado ondeaba al son del viento.

—Queridos habitantes de Kaan —extendí los brazos y todas las voces se apaciguaron—. Hoy estamos reunidos nuevamente para presenciar cómo eliminamos a estos demonios. Como bien saben todo lo que tenga que ver con magia es antinatural y debe ser eliminado. Hoy estas brujas van a arder aquí y en el infierno.

—¡Quemen a las brujas!

—¡Que ardan!

El pueblo pedía.

Yo obedecía.

Una vez más estábamos combatiendo el mal.

Detrás de la multitud estaban las 5 mujeres encadenadas a postes con el fuego subiendo por sus vestidos.

Todas eran muy jóvenes y realmente bellas, podían seducir a cualquier hombre fácilmente para luego absorber su espíritu y conseguir su juventud eterna. Debían alimentar ese poder y que mejor que seducir a hombres solteros y jóvenes.

Estas 5 mujeres fueron desafortunadas en ser descubiertas usando sus poderes. Su desgracia es una bendición para nosotros. Su sola existencia es un peligro para todo el reino.

—Majestad —el tono de Dean era preocupado, su mirada me guió de regreso a las brujas.

Sus ojos tomaron un tono púrpura, brillaban con el reflejo del fuego. El viento ondeaba sus cabellos negro como la noche.

Su mirada se posicionó en mí. Un escalofrío recorrió toda mi espalda.

Dos guardias desenvainaron sus espadas, se posicionaron frente a mí cubriéndome con sus cuerpos. Preparados para cualquier ataque en mi contra.

—Rey has sido un hombre cruel, tus manos están manchadas con nuestra sangre —canturreaban al unísono—. Pronto será nuestro turno. Tu familia caerá de una forma lenta y dolorosa, solo sobrevivirá tu hija menor que al cumplir la mayoría de edad se convertirá en aquello que mas aborreces. Tu reino caerá y tú junto con el.

Sus ojos volvieron a su forma inicial. Sus miradas fijas en nada. Sus lamentos y plegarias cesaron. Pareciera como si sus almas abandonaran sus cuerpos y solo quedara el cascarón vacío. No volvieron a hablar, ni a moverse. Se quedaron inmóviles. Finalmente el fuego consumió sus cuerpos.

Hubo un silencio abrumador. ¿Acaban de lanzar una maldición? Aún en su lecho de muerte tuvieron el valor de amenazarme.

Porque solo era eso.

Una amenaza.

Una amenaza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Derrocando la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora