Capítulo 9

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El rey Corvin ordenó verme en la sala del trono apenas bajamos de los caballos, podía imaginarme de lo que trataba. Lo había avergonzado frente a sus invitados y eso era algo que no dejaría pasar por alto.

—¡Realmente estás desafiando a tu rey! ¿Qué es lo que esperas conseguir? —Gritaba, su voz resonaba por toda la sala—. Muy pronto serás mayor de edad y ya estás en edad de conocer futuros pretendientes, deja de comportarte como una princesa caprichosa y acepta tus obligaciones.

No pude resistirme. Le grité sus verdades.

—¡Y tú compórtate como un verdadero padre! ¡Deja de fingir ser alguien que no eres! ¿Quieres que cambie? Lo haré, en cuanto tú lo hagas dejando de lado el reino para ponerme en primer lugar.

No pude terminar de desahogarme cuando sentí un golpe en mi mejilla izquierda. No lo esperaba pero tampoco me sorprendió, después de todo es el rey Corvin, también conocido como rey sangriento.

—Niña insolente, ¡Debiste ser tú quien muriera en lugar de tu hermano! —Esas palabras me afectaron más de lo que me gustaría admitir—. ¿De qué me sirve una niñita mimada que no es capaz de entender su posición?

—¿Por qué me odias...? —Un nudo en mi garganta me impedía hablar correctamente. Las lágrimas salían de mis ojos empapando mis mejillas—. Nunca lo entendí, dime ¿por qué me odias papá? —Mi garganta ardía por mis gritos—. Intenté ser perfecta para complacerte por años lo intenté, lo único que quería era sentir cómo era tener un padre ¿Porque nunca me diste una palabra de amor? ¿Por qué debo competir con mi hermano muerto? ¿Por qué tanto odio hacia mí? ¿¡Por qué!? No puedo entenderlo.

—Porque un ser que como tú, que solo busca complacer a los demás son tan insignificantes que no merecen nada.

Entonces sentí como algo en mi se rompió. Todo por lo cual había luchado de pequeña, toda la esperanza de amor que una vez creí ver, todo eso se esfumó con unas simples palabras.

Entonces ya no tenía un motivo por el cual seguir intentando ser perfecta..

Una mezcla de emociones me invadió. Tristeza, enojo, desilusión, angustia, rencor y sobre todo un odio, no hacia él, hacia mí por ser tan incrédula al creer que algún día cambiaría. Muy en el fondo mi niña interior lo seguía creyendo.

Volvió a sentarse en el lujoso trono mientras yo caía al suelo sintiendo como todo aquello que anhelaba se desmoronaba con una palabras. Mi vista fija en la alfombra roja que llegaba hasta los pies del trono se volvió borrosa a medida que las lágrimas salían de mis ojos. Sentía mi cuerpo caliente, mi respiración se agitaba.

—Quiero que envíes de regreso a esos dos de regreso a su reino —Dije con las fuerzas que me quedaban.

—No lo haré, esto es una alianza con el reino Baslan. Nuestra única esperanza de acabar con la guerra y que el reino prospere.

—Eres increíble —murmuré alzando mi cabeza para verlo—. Odias a la gente que complace a otros pero me arrebatas mi libertad y mi felicidad para complacer a tu reino. Eres patético, no mereces nada.

Tras mis palabras se puso en pie dando pasos firmes hasta mi. Me levanté del suelo lista para defenderme, tenía mi daga oculta en mi muslo.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas y mi cuerpo se volvía más pesado, mis piernas apenas podían mantenerse, cada momento se me hacía más difícil respirar. Mis párpados comenzaron a cerrarse y finalmente caí al suelo. Escuché voces diciendo cosas que no logré entender, gritos desesperados y la voz de mi padre gritando mi nombre una y otra vez.

Por más que me esforzara no logré abrir los ojos.

La oscuridad me envolvió.

La oscuridad me envolvió

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Derrocando la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora