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🦪
Su cabello se entrelazaba en los dedos de su madre, mientras cantaba una canción de cuna, estaba recostada entre sus piernas y cerraba los ojos con una sonrisa.
Podía ver borrosamente a Geum-joo, el amor en sus ojos mientras esperaba a que durmiera en paz, sentía que era la única en el mundo aunque fuera una niña.
Un mundo donde solo eran ellas dos, donde nadie la opacaba con esa ausencia.
Luego despertó lentamente, y la voz de su madre se volvía un eco entre todas las voces de su cabeza. Seguía desorientada, tal vez debió usar un poco más para dormir más tiempo.
—Maldita sea.—refunfuño levantándose del sofá donde se quedó dormida, se dio una palmada en la cara mientras hablaba para sí misma— Al menos la próxima vez llega a la cama, idiota.
Cada vez las pesadillas, como las llamaba jinju, se volvían frecuentes, odiosas e imparables, como si su propio subconsciente le repitiera sus errores.
Llevaba un año sin ver a su madre cara a cara, lo más cerca que han estado es a casi tres habitaciones de distancia, al igual que con su familia.
No fue un golpe bajo, sabría qué pasaría muy en el fondo, cuando comenzó a salir con Shi-oh como su mano derecha en anuncios o en la televisión su familia comenzó a alejarse de ella, todos se volvieron extraños que reconocería en cualquier lugar.
Pero esto era lo que ella quería, libertad de ellos, de su madre.
No podía negar todos los beneficios que tenía con el simple hecho de no vivir con ella, pero lentamente comenzaba a extrañar cosas, claramente no a Geum-joo, pero sí los detalles que su cerebro se negaba a dejar ir.
Vio a su alrededor, su apartamento era lo mas colorido que tenía, un contraste con el saco negro que quedo en el sofá cuando se levantó, seguramente Shi-oh volvió a encontrarla y la llevo a casa.
