5.

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Mi alarma sonó despertándome.
Fruncí el ceño y me levanté sin ganas. Subí la persiana y vi que hacia un día soleado, así que opté por ponerme una falda y un top.
Pocas veces ponía ese tipo de ropa ya que no me hacía sentir muy segura, pero Ada siempre decía que iba preciosa y intentaba que cambiara mi opinión. Antes de hacer nada más le mandé un mensaje de buenos días a Axel, por si acaso después se me olvidaba y me comencé a vestir.

Más tarde en el instituto, me encontraba hablando con Elena en los pasillos, esperando la llegada de Ada y Tom.

-¿Estudiaste para francés?- preguntó ella.

-¿Cómo?- casi chillé.

-No te has acordado ¿verdad? hoy preguntaba el vocabulario todo.

-Mierda es verdad, bueno malo será, en eso soy buena- hablé más para mí que para ella.

Poco después llegaron Tom y Ada, venían discutiendo.

-Yo al menos soy educada y si alguien me manda un mensaje se lo respondo, no como tú- escuché a la pelinegra hablar.

-Si no me da la gana, no lo hago- respondió él indignado.

-¿A vosotras que os pasa? siempre peleando como gatas- rodé los ojos.

-Le hablé para preguntarle que tal en el médico ayer y me marcó el visto- explicó Ada.

-Hombre, muy bonito no es- defendió Elena.

Discutieron un poco más hasta que Tom entró en razón y tocó el timbre de clases.

Al llegar sentí varias miradas fijas en mi y me sentí insegura con ello. En lo que iba a sentarme, Marco, un pesado de clase se me paró delante.

-¿Es la ropa o eres tú que no coges en ella?- preguntó con malicia.

Al instante se me aguaron los ojos, y marché directa al baño. Me había prometido una y mil veces que no volvería a ocurrir y que no me dejaría influenciar por los comentarios de la gente, pero era imposible.
Me miré en el espejo, mi reflejo distorsionado por la lucha interna que llevaba dentro.  Con manos temblorosas, me arrodillé frente al inodoro, el corazón latiendo con fuerza. Cerré los ojos, respirando hondo, mientras mi mente se llenaba de pensamientos contradictorios.
¿Realmente estoy tan gorda? ¿Entonces, Axel está conmigo para reírse de mi? ¿Mis amigos me mienten a la cara? ¿Cómo es posible que alguien me quiera si no soy nada más que grasa? A lo mejor si dejo de comer unas semanas...

Con un gesto familiar, introduje los dedos en mi garganta, sintiendo la presión y el ardor. En un instante, el alivio y la culpa se entrelazaron, y el vómito brotó, llevándose consigo la comida y, momentáneamente, mi ansiedad. Al final, me quedé allí, sintiendo una mezcla de vacío y liberación, atrapada en un ciclo del que deseaba escapar, pero que parecía inquebrantable.

Pasé las dos primeras horas metida en el baño con Sarah, la cual había pedido permiso para acompañarme.

-¿No me vas a contar nada?- preguntó mientras me abrazaba.

-Te vas a avergonzar de mi- respondí con la voz quebrada.

-No, eso nunca ¿me oyes?- intentó calmarme.

-Pero te voy a decepcionar.

-Sea lo que sea que haya pasado puedes confiar en mi, no pasará nada.

-Lo he vuelto ha hacer.

-¿El qué? ¿Autolesionarte o lo otro?- pregunto con gesto preocupado.

-Lo otro.

-Ay Jade... no pasa nada ¿vale? siempre hay recaídas, para curarse hay que cometer el error varias veces.

𝘭𝘦𝘵 𝘮𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘮𝘪𝘴𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora