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El despertador sonó, pero lo apagué sin siquiera abrir los ojos. No era un sonido que me invitara a comenzar el día, sino un recordatorio punzante de la noche en vela que había pasado.

Recordaba cada segundo de la conversación de la mañana anterior, cada palabra como un golpe sordo en su pecho. "Necesito un tiempo", había dicho él, con la voz teñida de una culpa que no lograba aliviar el dolor que la atravesaba.

Me levanté de la cama con la pesadez de un buzo emergiendo a la superficie después de mucho tiempo. Cada músculo me dolía, no por el esfuerzo físico, sino por el peso de la incertidumbre que la aprisionaba. La luz del día se colaba por la ventana, pero me sentía atrapada en una noche eterna.

El reflejo en el espejo me devolvía la imagen de una desconocida: ojos hinchados, cabello enmarañado, el rastro de las lágrimas seco en mis mejillas. ¿Cómo podía ser que una sola frase tuviera el poder de desdibujarme tanto?

El yogurt, normalmente mi ritual matutino, sabía amargo y frío en mi boca. Cada cucharada era un esfuerzo consciente por ignorar el nudo en mi garganta. No tenía hambre, pero sabía que debía comer algo. Mi cuerpo, al igual que mi corazón, necesitaba fuerzas para afrontar lo que se avecinaba: un día entero, una vida entera, quizás, sin él a su lado.

Y mientras me obligaba a dar un bocado a una tostada que no sabía a nada, una sola pregunta resonaba en mi mente: ¿Cómo se reconstruye un corazón roto cuando aún no se ha terminado de romper?

Me vesti y lavé la cara, a ver si el color de las ojeras disminuía, pero no fue así.

Al llegar a las clases saludé a mi grupo de amigas y fui rápida para clase, sabía que a la minima me derrumbaria, y no estaba a favor de ello.

Las clases pasaron lentas y una lágrima se me escapaba de vez en cuando. Intentaba mantener la compostura, pero era imposible.
El timbre resonó por los pasillos del instituto, liberando a los estudiantes a la relativa libertad del recreo. Risas, charlas animadas y el eco de pasos apresurados llenaron el espacio que hace unos segundos ocupaba el silencio concentrado del estudio. Sin embargo, para mi, el sonido del timbre era un mazazo en el pecho.
Mientras mis compañeros se levantaban de sus asientos, llenos de la energía propia de la adolescencia, yo me hundía un poco más en su silla. No me apetecía irme de allí, no podía. Saqué un pequeño espejo de mí mochila y observé mi reflejo con una sonrisa amarga: ojos enrojecidos, delineador corrido y una expresión de tristeza que no lograba disimular.

De repente Ada, Elena y Tom se asomaron por la puerta.

-¿Puedes decirnos que te pasa?- preguntó Ada nada más verme.

-Te estábamos buscando y Sarah nos chivó que estarías aquí- comentó Elena.

-Lo siento debí avisar- dije cabizbaja.

-Estás tardando- avisó Ada.

Y así, con la voz entrecortada por la emoción, me desahogé. Les conté sobre la conversación con mi novio, sobre la necesidad de un tiempo, sobre la incertidumbre que la carcomía por dentro. Mis amigos me escuchaban con atención, asintiendo con la cabeza, ofreciendo palabras de consuelo y apoyo.

- Es un idiota si no se da cuenta de lo que tiene - sentenció Elena, con su franqueza habitual.

Ada, más reflexiva, tomó mi mano. - Dale tiempo - aconsejó -. A veces, un poco de espacio es necesario para aclarar las cosas.

Asentí con la cabeza y justo sonó el timbre. Me había relajado al haber echado todo fuera, al menos en ese momento.

Las últimas clases fueron un coñazo y agradecí cuando sonó el timbre de ultima hora. Fui directa al bus y cogí los cascos mientras revisaba las notificaciones, y allí aparecía el nombre de Axel. ¿Qué querría?

"Siento haber sido tan repentino tomando esa decisión, de la cual me arrepiento. Me he dado cuenta que no puedo estar sin ti, a pesar de todo lo que dije, sé que tú tampoco. Quiero estar contigo aunque tengamos estas rencillas, las cuales quiero solucionar contigo, que para eso somos pareja. Te quiero y quiero conseguir llegar a cumplir mi meta con él fútbol a tu lado, sólo si tú quieres claro. Te quiero Jade ❤️"

Me senté antes de que arrancara el bus, y suspiré relajada.

"Vale, pero no puedes hacer esto más, lo he pasado muy mal esta noche" contesté.

"Te pido perdón, no sabía que hacer, quiero que me vayan las cosas bien y fue lo primero que pensé "

"No pasa nada amor, te quiero " respondí y apagué el móvil.

No lo entendía, aunque me alegrase que cambiara de opinión, ¿iba a ser siempre así? yo no me podía permitir eso de quedarme sin dormir y al día siguiente que me viniese pidiendo disculpas. No era sano, ni para él ni para mí.

Pero ese amor tampoco era sano, ella era adicto a él y eso solo le podía traer consecuencias. ¿Pero realmente un enfermo podría vivir sin su medicina?

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NOTA DE LA AUTORA 💗

¡HOLA! Vale este capítulo fue jodido de escribir, aunque vivirlo tampoco fue muy bonito. Digamos que marcó un antes y un después en esa relación, por mi parte. Aunque nunca dejare de verlo con los ojos que lo veo, es el amor de mi vida, nadie cambiará mi opinión. Por eso mismo existe el dicho de que las peleas fortalezan una relación, si se superan, es el indicado y sino, posiblemente sea una persona pasajera. Tengo claro que él no lo será, espero no serlo yo para él tampoco. Pero bueno, os quiero mucho, gracias por todo 🫶🏻

𝘭𝘦𝘵 𝘮𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘮𝘪𝘴𝘦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora