Estaba en duda acerca de cómo responderle para no aceptar su propuesta y que me dejase libre, también necesitaba su ayuda o no tendría oportunidad alguna de vencer a los demonios que estaban viniendo a por mí.
—Quizás tenga otro plan que pueda convencerte
—¿Cuál sería ese maravilloso plan? —respondió intrigado
—¿Y si compartimos el mando del averno? Eso te dejaría tus poderes casi intactos al igual que los míos
—Es imposible sin un lazo formal querida, ¿cómo pretendes hacerlo?
—Sé que no te gustará del todo —dudé si decirle lo que seguía
—Ya escúpelo, no tengo paciencia para esto
—Podrías ser el segundo al mando firmando un contrato eterno conmigo —su expresión era tal y como la esperaba, no le convencía nada— de todos modos serías el segundo si te casas conmigo —me encogí de hombros
Luego de pensar en lo que le estaba diciendo, y en vista de que tenía razón completamente, aceptó mi propuesta y me liberó. Al despertarme rápidamente, me incorporé tomando una gran bocanada de aire, sentía como si algo estuviese atrapado en mi garganta, comencé a toser para liberar mis vías respiratorias mientras mi madre me daba suaves palmadas en la espalda.
Intenté explicar todo pero las palabras no salían. El nudo en mi garganta me impedía hablar y mi abuela lo notó. Pasó su mano por mi mejilla para tranquilizarme y me dijo que no me preocupara, que respirara profundo un par de veces para relajarme y luego les explicara cuando estuviese mejor.
Debía ir pronto al despacho de Lucifer con el contrato o se arrepentiría y no obtendría su ayuda. Como mis palabras no salían, le señalé a mi abuela una libreta que había en el escritorio de mi cuarto, ella me lo acercó junto con un bolígrafo. Comencé a escribir lo que había pasado y pedirles ayuda para crear dicho contrato, nunca lo había hecho antes y no sabía si era posible, aunque al escuchar que él aceptaba había asumido que sí lo era.
Cuando leyeron lo que intentaba decirles, empezaron a susurrar entre ellas, lo hacían tan bajo y con los dientes apretados que no entendía ni una sola palabra. Al terminar de discutir lo que sea que estaban discutiendo, se dirigieron a mí.
—Podemos hacerlo, pero antes tienes que saber a qué te enfrentas. —dijo mi abuela
—Dime —pude susurrar mientras mi voz volvía a aparecer
—La magia infernal conlleva sacrificios cariño —habló mi madre
—¿Qué tipo de sacrificio? —el penoso tono que ella había utilizado me preocupaba
—Sangre —contestó mi abuela buscando en el librero
—¿Matar a alguien? —comencé a darle vueltas en mi cabeza para comprender la magnitud de lo que tendría que hacer— no puedo arrebatarle la vida a nadie, ¿cómo se supone que lo haga?
—Esa no es la peor parte Lisa —dijo Caleb entrando a la habitación, parecía haber estado escuchando todo desde el otro lado de la puerta
—¿De qué hablas? —lo miré suplicándole la sinceridad que mi abuela y mi madre me estaban negando
—El sacrificio no puede ser cualquier persona —una lágrima se escapó por el rabillo de su ojo— quien realmente te ame debe sacrificarse por ti
—De ninguna manera, jamás permitiría que ninguno de ustedes lo hiciese, tiene que haber otra forma —dije tratando de buscar en los ojos de alguno una salida de esa terrorífica pesadilla
Sin encontrar respuestas en ellos, me levanté tambaleante y me dirigí a aquella amplia biblioteca que con tanto esmero habían preparado para mí. Tenía esperanzas de que en alguno de los tantos libros que descansaban sobre las baldas blancas hubiese otra opción, una en la que nadie moriría.
—¿Pueden dejarme un momento a solas con Caleb, por favor?
—Claro hija, estaremos abajo —contestó mi madre antes de retirarse
—¿Qué pasa? —preguntó él cerrando la puerta
—Prométeme que no lo harás —tomé sus cálidas manos y él agachó su mirada, sabía que lo haría por mí— no podría perdonármelo jamás
—Te amo y si es lo que debo hacer para mantenerte a salvo lo haré con gusto —levantó su cabeza mirándome a los ojos y esta vez quien agacho su mirada fui yo, al ver mi tristeza, me tomó del mentón haciendo que nuestras miradas se cruzaran nuevamente— ¡hey! No quiero que estés así, sabes que mi mayor deseo es que seas feliz, ya te perdí una vez y no dejaré que vuelva a suceder
Me lancé a sus brazos y lo besé. Era apasionado, la desesperación de su espera se notaba en cómo me tomó del cuello con una mano y de la cintura con la otra haciendo que nuestros cuerpos se peguen aún más de lo que ya estaban.
El calor que emanaban sus manos hizo que brotaran los recuerdos que tanto había intentado reprimir. Nuestra boda, las noches a su lado, e incluso mi muerte. Lucían tan vívidos en mi mente, como si se tratase de días anteriores y los años no hubiesen pasado. El fuego aún estaba, esa llama entre nosotros no había desaparecido por mucho que me empeñara en negarlo.
Sus manos subían y bajaban desesperadas por mi espalda, lo empujé contra la cama y me subí a horcajadas encima de su regazo. Comenzó a besar mi cuello mientras yo me quitaba la delgada camiseta que separaba mi piel de su tacto.
Él quitó su camisa al ver mi torso desnudo y volvió a besarme deseoso. Se levantó conmigo encima y me colocó suavemente sobre la cama. Sus ojos se encontraron con los míos cómplices de la pasión y al mismo tiempo la traición que estaba por cometer hacia Andrew.
—¿Estás segura? —me preguntó entre besos
—No te detengas —dije sin pensar, estaba extasiada entre sus brazos y sentía la profunda necesidad de tenerlo como alguna vez lo había tenido
Hizo un movimiento con su mano hacia la puerta y prosiguió rozando con sus labios desde mis pechos hasta mi ombligo, donde paró para desabrocharme el pantalón y deslizarlo por mis piernas. Sin quitarme las bragas comenzó a dar pequeños besos por mis piernas.
Minutos después, la piel se me erizó completamente al sentirlo dentro de mí. Sus suaves movimientos despertaron mis carnales deseos de poseerlo.
Nos giré quedando encima de él, obteniendo pleno control de su cuerpo. Los escuché gemir una y otra vez mientras sus manos en mis caderas me exigían ir más rápido. Sentía como si mi pecho se incendiara con cada embestida.
Sabía que estaba traicionando a mi prometido, pero la lujuria y el deseo que se respiraba en el ambiente era lo suficientemente excitante como para que el hecho quedara en segundo plano.
—Mi amado Caleb —susurré en su oído cuando, al acabar, me recosté en su pecho
—Mi amada Lisa —contestó besándome una vez más
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Imperio (Trilogía Antara 2)
Fiksi RemajaTras su recuperación, Basilisa deberá seguir luchando por su reino, nuevos enemigos amenazan con derrotar a la joven Reina de Antara, aunque en esta nueva batalla no estará sola. Poderes que crecen y reencuentros mágicos que la harán tomar difíciles...